lunes, 13 de febrero de 2017

¿A qué saben los besos?

Esta tarde, después de disfrutar de una historia preciosa, que recomiendo a chicos y grandes: Mamá, ¿de qué color son los besos?, le propuse a Nerea escribir un cuento que llevara por título: ¿A qué saben los besos? Su primera reacción fue ponerse un poquito remolona. Negociamos durante un ratito y llegamos al acuerdo de escribir juntas la historia propuesta, utilizando la técnica del acordeón (ir doblando el folio en forma de acordeón, de manera que cada una debíamos continuar la frase que hubiera escrito la otra). Después de invocar a las musas a través de las notas relajantes e inspiradoras de la guitarra, éste fue el resultado. 




Los besos son geniales pero: ¿alguien sabe a qué saben?
_¡Yo, yo lo sé! Ayer, al levantarme, vi un beso que sabía a tortitas con nata. Era un beso de ternura, el mejor para las mañanas de frío. Yo hoy he visto uno con sabor a tiramisú de canela.  Era un beso cálido, muy cálido, de esos que calientan el alma. Cuando me lo comí, ¡todo olía tan rico!
_¿Has visto algún beso con sabor a chocolate?
_ ¡Sí, claro que sí! El que te da tu mamá al irte a dormir, un beso tranquilizador. ¿Sabes que hay besos con olor a rosas? ¿De qué serán?
-¡Pues creo que encontré uno debajo de la almohada al ir a dormir. Sabía a nube de fresa y hacía cosquillas en la boca. ¿Sería un beso juguetón?
_¡Pues claro que lo era! A mí los besos que más me gustan son los besos con sabor a torrijas, esos que te dan las abuelas tan fuertes.
_¡Claro, es que los besos de las abuelas son especiales! ¿Tú me regalarías un beso?
_¡Pues claro! Sería uno de melocotón, suave por fuera y dulce por dentro, que son los mejores.

Nerea Lorenzo y Mª José Vergel



miércoles, 1 de febrero de 2017

22 granos de arroz


He tenido entre mis manos un libro que huele a papel de estraza, a comercio antiguo de mi barrio de San Antonio.
22 granos de arroz lo ha llamado su autora, Isabel Castaño. En su interior hay gallos, gallinas y demás fauna, creados todos a brochazos de acuarela. 
Textos que juegan con las posibilidades infinitas del lenguaje. Si eres de los que disfruta sacándole todo el jugo a las palabras, que es mucho, te gustará este libro repleto de tautogramas.
A su autora, granjera criada entre letras, no debe extrañarte si la encuentras poniéndose un mandilón enorme para meterse en su gallinero y llamar: ¡Pitas, pitas... a sus gallinas, a las que alimenta con palabras de primera calidad. Por eso, no es raro que recoja huevos bien hermosos en los nidales del abecedario.
Mª José Vergel Vega