domingo, 13 de diciembre de 2015

Artesanos de Torrejoncillo estuvieron en Belén


Siempre hemos oido hablar a nuestros mayores de la importancia que tuvo nuestro pueblo gracias a las manos de sus artesanos: pañeros, alfareros, orives, zapateros, hojalateros, cesteros, danzadores, bordadoras, sastres...y a las manos de gente humilde que trabajaba el campo, que vendía las hortalizas , el pescado en la plaza, los dulces hechos con esmero y que hacían las bocas agua...
Se me ocurrió una tarde de lluvia, sentada tras la ventana, que debía hacer unos versos para que mis niños valoraran lo que un día fue nuestro pueblo, y lo que podrá ser en un futuro, si nos apoyamos y confiamos los unos en los otros. Son versos sencillos, de poeta inexperta, pero que para mí tienen un sabor muy especial.

Contaba una vieja crónica
que en Belén se presentaron
cargados con lindas cosas,
un puñado de artesanos.

Dicen los libros de Historia,
que siempre son acertados,
que esos  que allí estuvieron
eran torrejoncillanos.

Estas bonitas alforjas
dejaré junto al Portal;
tengo por nombre Ezequiel
y trabajo en un telar.
Hasta aquí traje esta manta
urdida con mucho afán,
os la quedo aquí tendida,
para algo servirá.

Traigo una oronda tinaja
fabricada con mis manos;
tengo por nombre Victoria,
mi vida, el torno y el barro.
Como el vientre de la tierra
guarda sombra en sus entrañas,
así el cántaro que traigo
guardará muy fresca el agua.

Para alumbrar tu camino
he traído este farol,
está hecho de hojalata
y alumbra que es un primor.
Andrés el hojalatero
ha llegado hasta Belén,
y esta típica aceitera
vengo a traerte también.

Una linda Cruz de Pebah
he tallado en mi taller,
la traigo para María
si se la quiere poner.
Ser orfebre es mi oficio,
los metales yo trabajo;
Hugo soy de nacimiento,
¡me encanta estar en el tajo!

jueves, 3 de diciembre de 2015

Cuentos llegan de Biblonia




De la misma Biblonia nos llegó este cuento en verso que pusieron en escena los más pequeñitos. En clase nos encanta poner en verso, con alguna que otra licencia, los cuentos clásicos. Os dejo este de Los tres cerditos . ¡Que lo disfrutéis!


Cuentos llegan de Biblonia
que es el país de los libros,
los manda un duende pequeño
muy amigo de los niños.

Biblonio se llama el duende,
en los cuentos vive escondido.
la seño dice que es invisible,
por eso no lo hemos visto.

Al país de Biblonia
también llega la navidad,
Biblonio manda esta historia
que te vamos a contar.

Éranse que se eran
tres lindos animalitos,
que vivían en el bosque:
te hablo de los tres cerditos.
  

Como ya estaban muy grandes,
su mamá les dejó dicho:
¡una casa tenéis que haceros,
que ya estáis creciditos!

El mediano que era un vago,
mucho, mucho protestó:
¡tú te haces la casita,
porque te lo mando yo!

Como la casa era de paja,
mucho no le aguantó;
en cuanto vino el lobo
de un soplido la derribó.

Llorando desconsolado,
al mayor de sus hermanos,
le contó con mucha pena
aquello que había pasado.

¡Déjame que aquí me quede
que llega la navidad,
y en tu casita de madera
el lobo no ha de entrar!

Pasa, pasa, mi hermanito
que comienza a refrescar,
y galletitas con leche
nos vamos a merendar.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Il y avait un jardin...



Tal vez salga a buscar una nueva tierra en la que todos nos sintamos vivos; donde las flores cubran mis pasos y el viento me traiga y me lleve en pos de mis sueños.
Si es preciso, buscaré dioses a los  que no les importe crear el mundo de nuevo. Les rogaré que se tomen su tiempo, porque las cosas no están para brochonazos por doquier y que se dejen de historias cainitas, de árboles del bien y del mal, de adanes y evas que se dejaron tomar el pelo, del ojo por ojo…
Por si sirvieran de algo, siempre llevo unos polvos mágicos en los bolsillos; mis niños dicen que no caducan y que sirven para todo. Los dejaré caer por ahí y que el viento los lleve allá donde se necesiten.
Aquí yace una tierra que se desangra sin que nadie mueva un dedo para remediarlo.
Me enseñaron que la violencia no se cura con violencia, y aún lo sigo creyendo.
El mundo, según yo lo veo, no camina hacia nada bueno; de nosotros depende que varíe de trayectoria. Y aunque de sobra conozco la respuesta, aún me sigo preguntando por qué no seguimos el camino de la Paz, que es el único camino recto que nos abre las puertas del paraíso.
Recuerdo aquella noche oracular en que no dejaron de pasar elefantes. Él decía que se aproximaban tiempos de aguacero contra los que sería muy difícil luchar: ¡Demasiada agua para marineros inexpertos!

A veces el amor no logra que sus labios muerdan con rabia la sinrazón   y ésta consigue que los fanáticos nos dejen un reguero de muerte en los dulces caminos del otoño.
Mª José Vergel Vega

sábado, 14 de noviembre de 2015

"Les fous n`ont ni couleur ni religion"



Siento una pena infinita por vosotros, fanáticos con los ojos llenos de frío, los que sembráis la barbarie y la desolación, porque vuestra mirada está vacía y vuestro equipaje lleno  de muerte. Y habéis de saber que en ningún paraíso seréis recibidos, porque Alá el Grande, el Misericordioso, no permitirá que emponzoñéis su edén con vuestros crímenes.
"Les fous n`ont ni couleur ni religion"
¡Pobre del que abraza el fanatismo, porque nunca llegará al Paraíso!
"Me sentaré en la silla de la paciencia"  y seguiré esperando declarar un día, que los dioses quieran que sea cercano, el estado de felicidad permenente.
Mª José Vergel Vega

martes, 29 de septiembre de 2015

Hijo de los días



Os dejo hoy estas palabras que encontré casualmente, las escribí a la muerte de Galeano y creo que deben estar recogidas en estos Cuadernos.

Abril me tatúa en el corazón el aroma de las flores y el dolor del silencio. Nunca tuve una buena relación con el que dicen es uno de los meses más hermosos del año. Este Abril el viento amenaza con llevarnos al infinito sin retorno posible.
Un lunes, trece de Abril, las venas de América latina y de los desheredados del mundo, se desbordaron como ríos sangrantes, cuando los medios de comunicación anunciaron que Eduardo Galeano había muerto.
Galeano siempre tuvo un halo de galán de cine, con unos ojos que miraban  directos al meollo del asunto. Nunca enmascaró las palabras; las escribía justo en el instante en que un picor le llegaba a la mano. Sus palabras a unos abrigaban el corazón, y a otros les dinamitaban los adentros.
Galeano, escritor y periodista, fue hijo de los días y la palabra. Creyó en el hombre íntegro, en el que pone la cabeza al servicio del corazón, la vida al servicio de la justicia . Parecía hablarnos desde un lugar de paz, conquistado a fuerza de haber gritado siempre la verdad.
Supo que un hombre puede jactarse de serlo, sólo cuando hace del compromiso su razón de vida, su pasaporte hacia el paraíso, si es que éste existe. Nada ni nadie hizo que su voz callara. Hubo de salir de su Uruguay, buscando otros lugares donde liberar su palabra de la mordaza de la dictadura, de los escuadrones de la muerte que, como perros rabiosos, iban contra quien en América Latina osaba hablar en nombre de la Libertad. Fueron muchos los días y las noches de amor y guerra.
Siempre se miró en los charquitos de las pequeñas cosas, y caminó incansable hacia el horizonte, por más que éste se nos aleje a cada paso que avanzamos. Él sabía que en los charquitos se puede ver el mar y en el horizonte podemos visionar la película de nuestros sueños.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Volvoretas


La recuerdo con ambas manos alrededor de mi cuello. Me hacía unas trenzas muy largas y apretadas, mojando el peine en el agua de aquella palangana de un blanco impoluto, que cada día tenía un nuevo descantillón.
-Ehtati quieta, criatura, que no acabamuh nunca y hay que ilsi a la ehcuela, que tu hermanu ya ehtá preparau cuantu ha_ me decía suspirando largo y tendido.
La abuela Moreno suspiraba mucho porque decía que el pecho le descansaba. Le habían pasado tantas cosas tristes... hasta una guerra había pasado la abuela, que debía ser lo más terrible del mundo, porque cuando se acordaba de ella vertía unas lágrimas grandes como puños que le resbalaban hasta el escote.
Aunque también para ella hubo días azules como el que inmortalizó la foto, siempre la recuerdo vestida de negro, con la saya casi hasta los pies, la blusa que se adaptaba a su cuerpo como un guante, el pañuelo negro cubriéndole aquel moño blanco tan bien hecho y aquel   mandil que servía para todo, bien  se abanicaba cuando le venían los calores, o  bien le servía para secarse después de fregar los cacharros  o para esconder del frío aquellas manos llenas de dolores.
 Andaba muy tiesa y muy ligera con un baño a la cabeza y otro al cuadril, yendo a lavar al río con las manos llenitas de sabañones.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Palabras para Charo

Detalle portada Dama Luna de Charo Alonso
Fotografía de Mª José Vergel Vega

¡Qué de recuerdos se me agolpan, querida Charo, leyendo tu Dama Luna!
Es el campo que me llega a borbotones, el caminar sobre los charcos, el desgranar cada noche, al calor de la lumbre,  bolas de algodón, que nos agrietaban los dedos. Me llegan nítidas las voces de los abuelos contando viejas historias y todo, todo lleno de la blancura del algodón.
Y no sé por qué esta Dama Luna me lleva hasta el "cuatrolatas" del abuelo, que me producía una mezcla de emoción, de miedo y revoltura en el estómago. Yo no quería montar en aquella nave del demonio, prefería acomodarme con la abuela  en aquel burro zancajosu  que nos trasladaba , a duras penas, al pueblo.
Entre las lineas de tus palabras tan hermosas, aparece y desaparece, como por ensalmo, aquella niña de trenzas largas y tirantes, con las rodillas raspadas de jugar entre las peñas, porque todos  decían que era un poco marimacho.
He leído tu Dama Luna a pequeños sorbos. He saboreado la ternura, la pasión, el dolor, el amor y el odio, la vida y la muerte, el qué dirán y las ansias de libertad...
Inés  Luna me ha hecho más llevadero este tórrido verano en esta Extremadura reseca en que sentía precipitarme por el abismo del hastío, de la desesperanza por la tierra arrasada por los rayos del odio que no cesa  y llega para  incendiar paraísos y almas.  Hasta este retiro de mar y caracolas llegan cenizas que se clavan como esquirlas en mi pequeño corazón ornado de algas.
"La vida es más fuerte que nosotros a pesar nuestro". La vida gira y a veces nos enreda con sus malas artes, en los hilos  enmarañados de su madeja. Entonces sentimos que no hay escapatoria y nos resignamos a nuestra mala suerte, a lamentarnos, a perdernos aún más en su laberinto.

martes, 1 de septiembre de 2015

La semillita dormilona

 Ahora que empieza Septiembre, volvemos al cole y nos vamos sacudiendo  la modorra estival, voy a dejaros una historia  que compuse para que mis niños de Educación Infantil celebraran el Día del Libro . Es un poemita, sin grandes pretensiones,  a base de pareados,  sobre una semilla que no despertaba ni a la de tres y que a ellos les hizo mucha gracia. 


Era de saber una semillita
dormidita en su cunita.
Soñaba el señor Sol
con viajar a Sebastopol.

Pero antes de emprender viaje,
debía de pagar peaje:
¡Despertar a la Semilla,
haciéndole cosquillas!

_¡Esta Semilla dormilona
se está haciendo la remolona!
Por más que el Sol lo intentaba,
la Semilla no despertaba.

Cuando el Sol se fue a dormir,
alguien llegó por allí.
Dando un traspiés Doña Luna,
se chocó contra la cuna.
  
La Semillita enfadada,
despertó congestionada.
_¡Ay mamá, dile a la Luna
que no me ha hecho gracia alguna!

_Ya sabes que a mamá Tierra
no le gusta nada la guerra.
Le dijo a la Semillita:
-¡Niña, quédate quietita!

miércoles, 17 de junio de 2015

Los libros del General

Foto Internet
Guardo este artículo, que ya se publicara con anterioridad, con especial cariño. En él duerme una preciosa historia, al menos para Julia y para mí, de un verano ya lejano en el que ambas descubrimos la aventura de leer e imaginar.

Los” Libros del General” estaban colocados en una librería de madera muy antigua que había en el piso alto. La abuela me la había enseñado alguna vez, pero me tenía terminantemente prohibido cogerlos a mí sola; no porque pudieran resultarme perjudiciales moralmente, sino porque algunos de ellos eran verdaderos incunables. Era el caso de un Quijote en dos tomos con una encuadernación lujosísima, de piel de vaca repujada, aunque yo, sinceramente, prefería lo que había por dentro.
     Recuerdo que la primera vez que lo abrí tuve que taparme la boca con las manos para no gritar de asombro. Estaba escrito con una letra preciosa con muchos adornos, y unos dibujos que invitaban a soñar y a zambullirte de lleno en el mundo de los Caballeros Andantes y las Damas Enamoradas. Pero quien quiera que fuera el que había escrito aquel libro con aquella letra tan preciosa, sin duda no había tenido , ni por asomo, una maestra tan severa como la mía: ¡ Madre Soberana, si allí había miles de faltas de ortografía! Si el tal Cervantes, que así se llamaba el autor, hubiera tenido que copiar veinte veces cada palabra mal escrita, todavía hoy estaría escribiendo, el pobre. Después me enteré- mi abuela por poco se muere de la risa cuando me lo explicaba el viejo General Mutilado-, que en los tiempos en que Cervantes escribió El Quijote no se escribía como ahora, y lo que yo creía faltas de ortografía, pues resulta que no lo eran.
     ¡Pues menos mal!, porque ya estaba yo dispuesta a plantear severa batalla a  la Señorita Remi, que siempre estaba con aquello de que las faltas de ortografía le daban un dolor de barriga tremendo. ¡Pobre! Por eso estaba mala cada dos por tres.
     Os confieso que en un solo verano conseguí leerme los dos tomos de El Quijote, que ya es mérito para una niña de ocho años. Por eso, aunque a muchos les sonará extraño y a niña repelente, cada vez que me preguntan cuál es mi libro favorito, siempre digo que El Quijote y me importa un pimiento que la gente me mire con mal disimulada cara de asco.  ¡Qué me importa a mí que las demás niñas prefieran a Blancanieves, Caperucita y otras del mismo estilo! Ni se imagina la gente el grado de felicidad que yo alcanzaba cuando me ponía a leer aquella maravilla, con aquellos dibujos tan fantásticos del loco de Don Quijote colgado de los molinos de viento, o del bueno de Sancho Panza con su barriga serena y oronda, que no lograba explicarse qué había hecho él para merecer semejante amo.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Cómicos y leguas


Cada vez que  nos metemos en campaña, me viene a la mente la figura de aquel Señor Cayo delibiano cuyo voto se disputaban los políticos de unos colores y otros.
Cuando estos maestros de la oratoria entran de verdad en harina, y estamos en época de ello, les da por “arremangarse” y hacer cosas que ni en sueños  hubieran imaginado verse  en tales bretes. Y como deben pensar que  el refranero, amén de ser sabio, da buenos consejos, pues allí donde van nuestros políticos de la legua , muy cómicos ellos, hacen lo que ven. Así que, ya sea por seguir los cánones de la buena educación o por colgarse la medalla al candidato más guay, lo que es cierto es que los aspirantes a alcaldables, diputables, presidentables…se ponen el mandil y lo mismo te limpian un pescado, que plantan el árbol que jamás habían plantado, que te cantan en inglés chulapo la mismísima verbena de la paloma, oiga. Hay incluso quien se atreve a marcarse un rap o una rumbita catalana que te alegran la vida de tal manera que luego no sabes ni a quien votas, y qué me dicen de ese candidato que regala condones con su carita con el consiguiente dilema de me lo pongo o no me lo pongo, para que luego digan que los políticos no nos hacen pensar.
Y, por supuesto, lo mejor de lo mejor, son los shows televisivos, cualquier político inteligente no declina la invitación a pasar por el programa de moda entre los de su clase, El Hormiguero.  Visto lo visto, deben pensar que quien no pase por el programa de Motos lo tiene crudo para que la gente lo vote.
Resumiendo, que hacen tantas cosas, se muestran tan desinhibidos, que ya hasta Don Mariano, nuestro plasmático presidente, se anima a contar chistes y a montar en bici con corbata que se me antoja el súmmum entre todos los  súmmum. Yo, aquí desde mi apartada orilla en esta isla desierta donde hasta las cotillas de las caracolas me han traido sus chismes, que ya les vale, les aviso de lo que puede pasar, pues la temporada de verano está al caer y con estas cosas ya han abierto ustedes la veda para que cualquier Dj de poca monta se fabrique un rebujito y con tanto caloret nos  ofrezca bien fresquitas sus sandeces en la verbena de turno y venga a danzar como locos.

lunes, 18 de mayo de 2015

martes, 12 de mayo de 2015

Tan callando...

Detalle de la portada de "Los enamoramientos". Foto Internet.

Cada día nos levantamos con noticias asesinas. Desayunamos, comemos, cenamos y vamos de unos asuntos a otros, haciendo como si tales cosas no nos importaran lo más mínimo. Hay que vivir, decimos, y cada cual se incorpora a su rutina diaria como si la cosa, verdadera y desgraciadamente, no fuera con nosotros.
Muertes, guerras, catástrofes, incluso escenas cotidianas amables o hermosas historias de amor, nada nos inmuta. Es el pan nuestro de cada día, decimos mientras apagamos la tele, cambiamos la emisora en la radio o damos carpetazo al periódico, y a otra cosa. No me cansaré de decirlo: tenemos anestesiado el sentimiento: "Se convive sin problemas con mil misterios irresueltos que nos ocupan diez minutos por la mañana y a continuación se olvidan sin dejarnos escozor ni rastro...Necesitamos sentirnos supervivientes e inmortales a diario, por contraste, así que cuéntennos atrocidades distintas, porque las de ayer ya las hemos gastado".
Siempre me he preguntado por qué tenemos tanto miedo a la muerte, no entiendo el desconcierto que nos produce pensar en ella, cuando sabemos que forma parte de nuestro equipaje para la vida . ¿Por qué la llamamos fatalidad? ¿Acaso no es lo más natural del mundo que el vivir desemboque en el morir?  Deberíamos estar preparados para asumirla de manera natural, pero preferimos pensar que la vida se va a estirar eternamente.
Particularmente, no me obsesiona la muerte como tal, pero sí me pregunto qué nos rondará por el corazón y por la cabeza en los alrededores de la muerte, ¿acaso pensaremos en nosotros o tal vez en aquellos que dejamos aquí?Tengo grabada en mi cabeza una frase que escuché a una mujer que acababa de perder a su marido de repente. A la hora de ir a enterrarlo, ella sólo repetía con voz de niña que su marido no podía quedarse allí porque hacía mucho frío.
Eso es lo que me martillea las sienes: que los muertos se quedan solos y que al lugar donde van hace mucho frío.

domingo, 3 de mayo de 2015

Mamás

Montaje de Lorena Cabello Vergel

Las mamás ponen en marcha la mecánica de la vida.
No hay fruto más perfecto que el que madura dentro del vientre de las madres.
Las mamás son árboles de hoja perenne, incluso cuando no están, nos siguen dando cobijo.
No hay cosa que te llene más de calma que sentarse a la sombra de una madre.
Las madres huelen a pan de pueblo, a flores del campo.
Las madres tienen sonrisas imborrables.
Las manos de las madres saben de la paciencia, de la calma, del trabajo bien hecho, de las caricias en el momento apropiado. Seríamos capaz de reconocer entre un millón las manos de nuestra madre.
Las madres son enemigas del hombre del tiempo, nadie como ellas para desbaratar ciclones, para hacer que escampe cuando  el aguacero persiste en calarte el alma.
Las madres no duermen, acechan. Una madre está siempre alerta y te avisa de todo: Te lo dije, hace tiempo que tienes una gotera de pena justo encima de tu cabeza…
Si las madres del mundo se unieran , el mundo no andaría tan loco.

Hay tantos tipos de mamás como puedas imaginar: hay mamás rubias, morenas, pelirrojas, las hay incluso que peinan canas y se ven hermosas. Unas mamás son altas, otras bajitas, unas hablan mucho, otras son las reinas del silencio…y todas tienen dos brazos para arreglarte el día con abracitos apretaos, tantos como sean necesarios…y llevan con ellas una fábrica de besos, porque las mamás tienen una boca que besa como ninguna…

Mª José Vergel Vega

martes, 28 de abril de 2015

Resurrección

Foto de Mª José Vergel Vega

Siempre sentía mucho frío después de cada fracaso.
No sabría decir de dónde sacó las fuerzas, pero después de las últimas fiebres, después del último sentirse morir, se mesó los cabellos, como había visto hacer cientos de veces a su abuela, y se echó a la calle para gritar que, desde aquel preciso momento, el viento siempre le daría en la cara.
Y ante la mirada acusadora de todos aquellos que la despreciaban cada día, hizo una pira con su corona de espinas y salió a la esperanza.

Mª José Vergel Vega

miércoles, 22 de abril de 2015

Hija de la palabra

Foto Internet

No sólo de pan vive el hombre, pues son otras las cosas que calman el hambre y la sed del sentimiento.
Toda mi vida me recuerdo rodeada de libros, de historias de nunca acabar, del yo no te digo ni que sí ni que no, de la canción del ternerito al que apartaban de su madre, de los cuentos que inventaba la mía exclusivamente para mí, de las historias que escribía la abuela en el libro de la vida…
Aún hoy, cuando se ha cumplido una buena parte de mi caminar por el mundo, creo que en cualquier momento una ondina de hermosura insuperable y cabellera dorada, va a asomarse a aquella ventana de la Casa de las Sirenas, y he de verla peinarse, lánguidamente, con un peine de oro.
Si soy como soy es porque los libros, las palabras que los conforman, me han ido moldeando. Soy hija de la palabra y de las infinitas formas  en que aquella se manifiesta y nada de lo que pase a mi madre me es ajeno.
Me consta , porque los conozco como conozco a los de mi sangre, que ningún libro quiere acabar en el Cementerio de los Libros Olvidados. Los cadáveres de palabras amontonados unos encima de otros, dan una pena infinita y no hay bastantes cruces para recordarlos.
No quiero historias prisioneras de un tiempo al que arrancaron el corazón. ¡Yo quiero palabras aladas, que vuelen de estante en estante, que vayan de mano en mano! ¡Que Don Quijote baile con Mme. Bovary y la Cenicienta tenga derecho a perder su zapato de cristal a la hora que le apetezca , porque los hechizos no tienen por qué desaparecer nunca!

domingo, 19 de abril de 2015

Haikus para una tarde de Abril

Torre de la Iglesia de Dauseda




Y Dios resiste,
guardián de la tarde,
sobre la torre.

Mª José Vergel Vega

viernes, 17 de abril de 2015

El hombre que escuchaba a los grillos

Ismael Serrano en el Gran Teatro de Cáceres, 7 de Marzo 2015. Foto de Mª José Vergel Vega

Aquella noche conocimos al hombre que escuchaba a los grillos.
Hasta el lugar donde reposaba, fuimos llegando caminantes  exhaustos del camino de los días; las espaldas transidas, como es condición natural de cada Sísifo.
Un hombre, bajo un manto de estrellas, escuchaba a los grillos con una guitarra en la mano. Es posible que estuviera componiendo la canción más hermosa del mundo. A ratos  corregía con vehemencia alguna nota juguetona que se le iba de las manos.
De pronto, el aire se llenó de acordes. Nos invitaba la noche, serena y estrellada, a sentarnos y descargar las mochilas sobre la alfombra agradable de la hierba.
La vida duele tanto que necesita de noches estrelladas y canciones que llevarse al alma. Es el hombre que escuchaba a los grillos quien nos las regala, y nos habla del amor y de la ira, del recuerdo justo del pasado y de la esperanza en el futuro, de las pérdidas necesarias para entender la vida y cabalgarla hasta quedarnos exhaustos.
No cesa el canto de los grillos, y la noche se va llenando cada vez más de estrellas y luciérnagas. El hombre sigue con su ofrenda de canciones; ahora le habla de desamor a mi corazón. Comprendo que son necesarias las canciones amargas para que el mundo gire hacia nuevos horizontes, agarrarse a otras caderas y rogar a las musas que destapen el tarro de los versos.
Yo, que apenas sé nada de la vida, sino que me da miedo que el tiempo siga pasando, imparable, y un día no muy lejano, no me reconozca en el espejo. Por eso, doy gracias al hombre que llegó ligero de equipaje para encendernos la noche y llenarla de canciones sanadoras, cuyas notas  dejan escrita en las  estrellas la promesa de que volveremos a encontrarnos en el camino.
El hombre se aleja tranquilo y se lleva con él el canto de los grillos. Es hora de alimentar los sueños y, al abrigo de una nota juguetona, que me traje prendida en el pelo, duermo acunada por el sonido de sus pasos al marcharse y la promesa de una historia que palpita en el vientre de las caracolas.

Mª José Vergel Vega



viernes, 10 de abril de 2015

Los mendigos de París

Pont de les Arts. Foto de Paqui Cabello Calvo


¿Por qué habiendo estado en la que posiblemente sea la ciudad más bella del mundo, habiéndome hecho miles de fotos con el fondo de los lugares más emblemáticos, lo que anoto en mi diario es que incluso en París, una de las ciudades que más glamour desprende, también hay mendigos que me causan una desazón terrible?


"Me temo que escribo como mirando a otro lado" (A. Sáez Delgado)

Los mendigos de París duermen descalzos en las aceras, acurrucados sobre las rejillas que exhalan un aliento caliente y pegajoso.
Quizá sueñan con el tiempo feliz en que el útero materno los protegía y calentaba. Y mientras sueñan, intentan olvidar la certeza de que el nuevo día nacerá ya viejo y gastado, como sus harapos.
Y cuando el sol o la lluvia los despierten, volverán a coger sus cosas tan mugrientas como sus vidas, esos zapatos a los que les sale la tristeza por los costados; los abrigos que no abrigan; las colillas refumadas; la tos y los esputos, y caminarán encorvados porque llevan toda la desazón del mundo a las espaldas.
Los mendigos de París tienen porte de pintores a los que los turistas impúdicos regatean el precio de un  retrato en la Place du Tertre.
Los mendigos de París fueron perdiendo los sueños por las bocas malolientes de los metros, entre las notas de un acordeón que les llora entre los dedos.
Entre tanta belleza que llevarnos a los ojos, los mendigos nos recuerdan que la vida se nos puede poner brava cuando menos lo pensemos. Y se rascan y lamen sus heridas sin importarles nuestra presencia; y nosotros que, ¡maldita sea!, nos quejamos de vicio, tapamos nuestras narices para no oler su miseria.
Los mendigos de París conviven con la belleza estremecedora de los Puentes del Sena, y miran con añoranza los bateaux-mouches que se deslizan lentos por el río gris...En sus ojos , la estela de un amor muy viejo.
Uno de ellos, arrastra a duras penas su mala suerte, y tira de un carro remendado donde lleva todo cuanto posee, unos enseres abollados y sucios. Cruza lento por el Pont de les Arts y se detiene ante los candados de los enamorados. Al pasar junto a él me dio la impresión de que tenía algo que decirme; pero no soy capaz de detenerme, sigo caminando porque me da miedo que pueda darme una explicación que justifique su vida fuera , del que nosotros llamamos, orden social. Sigo caminando porque tengo pánico de reconocer en voz alta que yo también soy responsable de que él duerma encima de una rejilla de aire caliente; de reconocer que soy culpable de que ese mendigo, que es mi semejante, se muera de hambre, de frío y de asco en la ciudad más bella del mundo.

Mª José Vergel Vega

lunes, 6 de abril de 2015

Fonchito y la luna

Una escena de Fonchito y la Luna. Foto de Mª José Vergel Vega

Para que un cuento sea considerado sublime, ha de llegar por igual a un niño que a un adulto. Al menos esa es mi humilde opinión.
La lectura de un cuento ha de proporcionar momentos mágicos, y sólo los buenos cuentos los hacen posibles.
Una de estas tardes viví uno de esos momentos.  El cuento que tenía entre las manos llevaba por título Fonchito y la luna, una joya magistral y entrañable de Mario Vargas Llosa, que sabe contar de la manera más dulce la historia del primer beso entre Fonchito y Nereida, para quien el chico fue capaz de bajar la luna.
A los niños les encanta que les hables de besitos entre amigos del cole. La palabra beso tiene entre ellos cierto magnetismo. Tal es la atracción, que sus ojitos sonríen y se les abre la boca de una manera preciosa. Alguno que otro no puede estarse quieto en el cojín: ¡Seño, es que mi amigo imaginario no ve bien los dibujos del cuento! La niña que tengo al lado hurga con sus deditos a ver si es capaz de saber lo que pasa en la página siguiente antes que sus compañeros.
Las niñas se sienten identificadas con Nereida, quizá porque es una chica lista que  no se lo pone nada fácil al enamorado Fonchito. Los niños sienten que el chaval tiene un marrón considerable:  "ese no le da un beso ni en sueños".
Les digo que Fonchito sabía que darle un beso a Nereida en la mejilla no iba a ser tan fácil como había pensado. La verdad es que nunca creyó que fuera fácil:  es que Nereida le pide que ¡le regale la luna!
-Pero seño, ¡no hay ninguna escalera que pueda llegar a la luna! 

sábado, 28 de marzo de 2015

Por el mar de la tarde ...(Tercera entrega)

Imagen de internet

No iban a ser menos mis niños de Educación Infantil, a los que cada día el duendecillo Biblonio les trae historias que deja, sigiloso, en su Caja Roja. Hoy, estos versos, alegres y rimados, pretenden llegar navegando a la mismísima Biblonia.

Por las aguas de la tarde
Adrián va navegando,
cuando escucha a un marinero
que al viento le va gritando:

_¡Adrián, asómate a la proa,
que llegará una canoa
en la que navega Alberto
que es un niño muy despierto!

Cuando ya clarea el día
se despierta Ana María,
que a César ve a lo lejos
mirar con su catalejo.

_¿Aquel que viene en bajel,
no es el marino Ezequiel?
_Según dice el catalejo,
parece el pirata Héctor,
que viene con Isabel
a bordo de un buque inglés.

En cuanto ha llegado Izan
al capitán avisan:
_¡Debéis de tener cuidado
porque el mar está enfadado!

_¡Arría las velas, tú,
le dice a Manuel Jesús,
que se acerca una tormenta
y hay que tenerlo en cuenta!

jueves, 26 de marzo de 2015

Breve reflexión sobre el desencanto


Quizá a todos nos interconecte de alguna manera la decepción ante el  mundo, o dicho de otra manera: somos quijotes luchando a brazo partido contra los molinos del desencanto.
Sucede que a veces pasamos por los lugares que habitamos sin fijarnos en quienes tenemos al lado. Si hablamos de dignidad, que la pidamos para nosotros y para el prójimo.
Si todas las circunstancias nos llevan a la interconexión, ¿por qué nos empeñamos en no querer saber nada los unos de los otros?
Para saber quiénes somos y qué pintamos en el lienzo del mundo, cada cual hemos de emprender nuestro particular descenso a las cloacas de la existencia, si no, no podremos confesar que hayamos vivido.
 Vivir es navegar hacia Ítaca, larga y pausadamente. Y pensar que por difícil que sea la singladura, y aunque nos sintamos marineros solos, siempre habrá algún faro que nos alumbre.
 Y  aunque cuando uno fracasa siente mucho frío, la vida consiste en atreverse, en echarle bemoles, por más que haya momentos en que  nos pese demasiado , como aquel abrigo de astracán.
Mª José Vergel Vega

martes, 24 de marzo de 2015

Por el mar de la tarde... (Segunda entrega)

Ésta está siendo una semana llena de versos . El poemita, rimado y alegre, que os dejo a continuación lo hice para inocular el virus maravilloso de la poesía a mis niños de Segundo Ciclo de Primaria a los que intento cada día animar a leer y a disfrutar con lo que leen. 


Por las aguas de la tarde
un barco va navegando,
a bordo  unos marineros
que los mares van surcando.

Nada más cerrar los ojos
comienza la singladura,
y en un barquito de nuez
vivirán mil aventuras.

¡Jony, asómate a la proa,
que parece que a lo lejos,
me lo dice el catalejo,
se divisa alguna cosa!

Corre que te corre Jony
se presenta de inmediato,
y al mirar al horizonte
ve saltar ¿un ballenato?

¡Nerea, asómate ,pronto,
creo que veo a Moby Dick!
¡Deja lo que estés haciendo
y corre presto hacia aquí!

-Nerea que está leyendo
muy tranquila en la cubierta,
deja el libro solitario
y corre a la proa, presta.

Aquel barquito de nuez
de pronto, se tambalea
y ambos los marineros
por el fondo del mar bucean.

Casi se quedan sin aire
y allá en el fondo del mar,
una sirena muy linda
los ha venido a buscar.

Dice llamarse Victoria,
es coqueta y muy valiente;
 les presenta al dios Neptuno
que no suelta su tridente.

sábado, 21 de marzo de 2015

Por el mar de la tarde...


Hay días que para una aprendiz de poeta no pasan inadvertidos. Uno de esos días es el  Día de la Poesía. Es preciso que en la Escuela reivindiquemos la poesía y que hagamos partícipes de ella a nuestros alumnos. Para que mis aprendices de poeta se zambulleran con gusto en el mar de los versos, una tarde, en la alfombra de los cuentos, les hice este humilde poema , rimado y alegre, en el que "¡salen ellos!".

Por las aguas de la tarde
Ainhoa va navegando,
cuando escucha a un marinero
que en el viento va gritando:

¡Ainhoa, asómate a la proa!
por allí verás a Alberto
que es un niño muy despierto.

Remando  viene Alejandro
que le gusta viajar en balandro.

Por el mar de la tarde larga
la calma llega con Carla.

¡Carlos Andrés! ¿Aquel  bajel
lo ves o no lo ves?
-Yo sólo veo a Celeste
que vive en el Suroeste.

¡Oh! ¿Qué es aquello que gira?
¿Será la bailarina Elvira?
¡Que venga el  Pirata Hugo
que a todo le saca jugo!