De vez en cuando, me gusta
perder la cuenta de los días y atesorar la ternura de las gotas de lluvia en el
frasco transparente de los recuerdos.
Me miro las manos,
conectadas al corazón, y siento que
guardan la dicha de esos días.
La vida se compone de
momentos, las más de las veces complicados, de digestión difícil. Pero hay
veces, que la vida te besa dulcemente en la boca y tocas el cielo.
Cristo Rei puso a mi alcance
el cielo de Lisboa. Todo se detuvo. Sientes que flotas, que vuelas, y te dejas
llevar confiada por el viento…y manos invisibles te acarician y te dejas besar
por todas las bocas dispuestas a dar besos.
El cielo de Lisboa huele a
canela y al canto de las campanas en Alfama. Alfama… Las campanas en Lisboa
suenan diferentes…alguien dijo escuchar sones de fado…¡tenía tan verdes los
ojos…!
Y, entonces, te das cuenta
de que existe la primavera, y vuelas…y vuelas… y eres también ese velero de
velas blancas que surca el Tajo, inmenso, dejándose llevar por el arrebato
caprichoso del viento…
Cierro los ojos,¡ y es tan
mío el cielo de Lisboa!
Abro los brazos y dispongo
mi corazón para que todo lo que estoy sintiendo quede adherido a su latido.