miércoles, 31 de agosto de 2016

Septiembre y los pájaros



     Contemplo el tiempo detenido en las alas extendidas de los pájaros…
     Hubo un tiempo alegre y despreocupado en el que con los dedos tocabas el paraíso.
     Aún tenías sus manos, como escudos que te protegían, aún te envolvía su sonrisa…y nunca era demasiado tarde.
     En ese tiempo, las mañanas tenían el olor del pan recién hecho, y el mundo se presentaba ante tus ojos como recién creado.
     Guardabas el tiempo, prisionero, entre los poros inertes de la piedra…el tiempo que se hacía silencio…las horas que quedaban quietas en las esferas de los relojes.

domingo, 28 de agosto de 2016

Los ojos de Paul Auster


 …Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar”
(Peces de ciudad, Joaquín Sabina)

     Creedme cuando os digo que es muy recomendable, tener a mano unos ojos como los de Paul Auster. Espero que sigáis mi consejo, porque sé de lo que hablo. Unos ojos como esos, pueden ser necesarios para echar a andar cada día; o mejor, para no perder, en algún embate inesperado, las alas de la ilusión.
     Esa que cotillea mis cuadernos y que ustedes conocen igual que yo, había dejado  Leviatán, olvidado encima de la mesa. A servidora le gusta leer y mucho, pero los autores norteamericanos no han sido nunca santos de mi devoción lectora. Pero, sólo por los ojos que tiene este tal  Auster, me empeñé en hacer el esfuerzo.
     Confieso que la experiencia resultó fascinante. De todas formas, para ser honesta, os diré que hacia la página sesenta, o tal vez antes, estuve tentada de abandonar la aventura; pero mi orgullo de lectora convencida le dio un manotazo al mal pensamiento y continué…y continué, y… ya no pude dejarlo hasta el final.
     Me dejé envolver por una trama impecable, hecha de casualidades que, bien pensado, no son tales. Todo está perfectamente conectado, ni sobra nada ni hace falta nada; y todo, con un ritmo narrativo perfecto.
     A través de los dos escritores protagonistas de la historia, Peter Aaron y Benjamín Sachs, el propio Auster se nos hace presente en la novela.
     Leviatán,  comienza con una fórmula potente, de esas que hacen lectores: “Hace seis días un hombre voló en pedazos al borde de una carretera en el norte de Wisconsin”.

miércoles, 17 de agosto de 2016

Estío en gris mayor


No sabría expresar con precisión la relación tan especial que me une a Julia. En ocasiones, los personajes que uno crea se vuelven tan reales que cuando los dejas marchar, te duelen terriblemente en el alma. Hoy no pude por menos que escribirle estas palabras de añoranza.

Querida Julia:
Apenas acabas de irte y ya te echo de menos. Sin duda, nadie me entiende como tú, sólo a ti podía contarte la historia de las penas de cada día.
 Sólo tus manos cosían de manera adecuada mis heridas.
Me pregunto qué estarás haciendo ahora, a solas con ese Sandokán rubio del Yoni que, bruto y todo, siempre estuvo por tus huesos.
Te recuerdo deambulando por la casa, buscando la palabra precisa para opinar sobre lo divino y lo humano.
 Soy un corazón cansado que te extraña.
Nunca pensé que diría esto, pero fueron tantos años a tu lado, que la vida se me ha ido pintando de gris sin el cascabeleo de tu risa.
¿Acaso me robaste la caja de las palabras antes de marchar a tu isla de caracolas? Ando buscándolas y puse la casa patas arriba. No hay ni rastro de ellas. Puede ser también, no me hagas caso, que se las haya tragado este mundo loco que no nos deja sosiego. Tú sabes que yo no puedo vivir sin las palabras. Ellas llenan cada rincón de mi pecho, son mi sístole y mi diástole, mi alfa y mi omega. Desde que te marchaste no encuentro la manera de que me bajen a la mano, andan en mi cabeza hechas una maraña que me tortura y me hace sentir vulnerable.
Cachito de mis entrañas, ¿será que formas parte de mí?, de esa niña que aún me habita de cuando en vez y que abrazo ahuyentando la desesperanza.