martes, 11 de diciembre de 2018

As lagrimas de Coimbra

" A veces sólo un gesto es suficiente/para salvar el día" (Ángel Campos Pámpano)


Últimamente la lluvia se ha convertido en mi inseparable compañera de viaje. Ella  que siempre es estación de reencuentro con un tiempo que vuelve sin esperarlo, y que tiene la  facultad tan arcana de resucitar fantasmas.
Coimbra es un tótem bajo la lluvia, que se asoma eterno a un Mondego aliado del viento. Ciudad vieja de tricanas con el cántaro al cuadril camino del río, cada quien  a sus asuntos cotidianos, al capricho de los estudiantes que las celebran en su pétreas composiciones como pago a sus desvelos.
Coimbra es ciudad de sabiduría, de universitarios que van y vienen camino de las aulas y que son convocados aún por el tañer de las campanas de la Torre-campanario, como si el tiempo no hubiera pasado . Coimbra es el silencio necesario de la Biblioteca Joanina en medio de  estas prisas en las que vivimos.
Coimbra es mora y judía asomada a la Porta de Almedina. Hemos de pasear despacio, con mucho tiento,  por sus calles empedradas, no vayamos a lastimar los recuerdos.
Coimbra es un tótem de amor allá en la Quinta das Lagrimas, donde Don Pedro I ardía de pasión por la gallega Inés de Castro. La historia me dejó tocado el rincón del alma donde doy cobijo a mis fantasmas.
 Se cuenta que Don Pedro usaba una tubería que iba desde la quinta hasta el convento de las Clarisas, y que, románticamente, introducía cartas salpicadas de amor en barquitos de madera que el agua de la Fonte dos Amores se encargaba de entregar a la bienamada. Pedro e Inés, envueltos en el huracán del amor prohibido e irremediable, del amor más allá de la muerte, una muerte de la que fue testigo la Fonte das Lagrimas, cuyas aguas tienen origen en el llanto derramado  por Inés al ser asesinada por los secuaces del Rey Alfonso IV , para evitar que fuera coronada reina de Portugal. La sangre de su cuerpo dejó manchas rojizas en la roca, manchas que son visibles hoy en día, porque todos los amantes saben que la sangre de amor es indeleble. Hermosa y trágica historia , que no acaba aquí porque Don Pedro hizo  coronar a Inés  después de muerta. Hoy, ambos amantes se encuentran enterrados en Alcobaça, en una preciosa tumba de mármol blanco. Dispuso Don Pedro que los catafalcos se tocaran los pies, así el día de la resurrección de los muertos, lo primero que vería sería el rostro amado de aquella española que le robó el corazón.


Estas tierras me arañan dolorosamente el corazón, y aquí estoy convertida en aquella dramática y vieja señorita del paraíso, patética y empapada por la lluvia, dejándome llevar por ese pájaro que planea sobre las alas de la memoria y que me lleva a aquel tiempo de encuentros y desencuentros en el que, adolescentes inexpertos en las cosas de la vida, proyectábamos construir un mundo a nuestra medida. No puedo dejar de sentir un escalofrío cada vez que recuerdo que queríamos sembrar de versos la tierra, que ésta fuera como el regazo seguro de la madre al que uno vuelve en busca del abrazo que sana. Nuestras vidas son los versos que vamos escribiendo para que otros alivien las heridas del alma.
 Y aquí, en esta Coimbra de lluvia, la vieja señorita del paraíso sigue inventando amores, amor como razón de ser de todas las cosas, amor intuido, amor que se escapa por alguna rendija de esta realidad gris que nos ahoga.  
Mª José Vergel Vega


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