sábado, 4 de abril de 2020

Dos o tres segundos de ternura



Cada Abril ha tomado por costumbre sembrarme espinas en el corazón. De fuera me llega el aroma intenso , casi doloroso, del hinojo. Me llega la pasión de las amapolas, desangradas en los caminos, porque no hay ojos que las miren.
Se nos fue con Abril el cantor que nos trajo, como un milagro, el alba en su voz.  Se nos fue y nos deja huérfanos en el grito de estos tiempos convulsos, en los que tenemos frío. 
Con él se marcha una parte importante de lo que fuimos, de aquellos que hicimos de su canto nuestro himno.
No sé por qué Abril insiste en arrebatarnos la esperanza.  Abril es hoy una flor deshojada de tristeza, la desnudez de un alma ahogada por la pena.
La vida se nos ha puesto dura. Sísifo ya no puede con su piedra. Está arreciando la tormenta. Intento caminar y doy pasos en falso. ¿Cómo voy a echarme a la vida sin el necesario latido de tus versos? ¿Cómo voy a aprender a vivir sin el dulce consuelo de tu voz? ¿Cómo sortear sin ella el temporal de cada día?
La vida nos va enseñando, a fuerza de embates, que las pérdidas nos cambian . Una se mira al espejo y no se reconoce. Nos descubrimos más viejos  y más cansados. Las arrugas nos apuñalan el alma de parte a parte y nos dolemos hasta encogernos.
Nos hiere recordar lo que pudo haber sido y no fue. Nos duele comprender que no todos los caminos nos llevan a Roma, ni al tiempo dulce y azul de la infancia.


¿En qué momento fuimos arrojados de Albanta? ¿En qué preciso instante cortaron las alas al agua? ¿Cuándo dejó de ser eterna la infancia? ¿En qué momento las nubes se negaron, despiadadas, a guardar nuestros secretos? ¿ Cuándo fuimos abandonados  en medio de un mar , asesino de las rosas?
¡Ay, amor, cómo me duele este tiempo de podrida incertidumbre!
Te me has ido con este Abril extraño y dejaste mi nave a la deriva.
Mientras dure esta guerra que nos tiene en la trinchera, mándame la lluvia sanadora de tus versos:  sean titanes que sostengan mis naufragios.
Tu marcha me hizo ver que tengo los sueños deshilachados. Lo peor es que ignoro si encontraré la hebra para remendarlos.
Soplan de nuevo este Abril, vientos de desguace. Se impone una sequía de besos y de abrazos desabrazados. La belleza se hunde en el asfalto. Aquí, tú ya lo ves, esto sigue siendo Albanta, pero al revés.
Y me muero de ganas de decirte que te me quedes, que no me dejes sola en medio del desastre.
Recostada en el viejo chopo, me sentaré a la orilla del agua a esperarte, mirando hacia aquella casa en la que cada tarde cantaban las sirenas mientras peinaban sus largas cabelleras. Si me ves enmimismada, no me despiertes. Siéntate a mi lado y llévame de la mano de tus versos. A mí, tú ya lo sabes, para volver a creer en la vida, me bastan dos o tres segundos de ternura.
 Mª José Vergel Vega



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