martes, 8 de mayo de 2012

Escríbeme a la tierra



                                                                              Aunque bajo la tierra
  mi amante cuerpo esté,
                                                                                 escríbeme a la tierra
                                                                              que yo te escribiré.  
(Miguel Hernández)


Hay miércoles que parecen martes, y hace tiempo que descubrí que los martes tienen música de tango. Lo que quiero decir con este arrebato poético, es que en ocasiones la vida se nos pone un tanto sentimental y nos da por llorar por los rincones.
Ya saben ustedes que soy una viciosa de los archivos y los papeles apolillados y, rebuscando hace ya algún tiempo, di con una carta de un soldado torrejoncillano al que como a otros muchos tocó irse al frente en aquellos amargos años de la Guerra Civil.
La carta la encontré ya hace algunos años y les confieso que lloré lo que no está escrito. Días atrás, sin buscarla expresamente, he dado con ella de nuevo y las lágrimas han vuelto a aflorar.
Son cuatro letras que un soldado le escribe a su esposa posiblemente a la luz tenue de alguna mala bombilla o de una vela medio apagada, con un lápiz a punto de consumirse al que, de vez en cuando, humedecería la punta con saliva.  Las palabras se esparcen por una cuartilla, sucia y amarillenta,  de las que antes se utilizaban para escribir cartas. En la carta, el soldado expresa su ferviente deseo de que al recibirla la esposa se encuentre buena. Sólo le escribe a María para decirle que él y sus paisanos han llegado bien y que están todos juntos. Se demora el soldado en la despedida, que le de recuerdos a toda la familia en general, besos y abrazos para sus queridos hijos y para la esposa, un abrazo muy fuerte de éste que la quiere y nunca la olvida.

¡Cuántos sentimientos verdaderos hay encerrados en esta carta tan sencilla, cuánta adoración por la esposa y cuánto cariño por los hijos que queda atrás!
¡Cuánto dolor hay también en esta carta!
Dicen que el amor se crece en las circunstancias adversas. Leyendo esta carta doy fe de que es cierto, que el amor va más allá de las guerras e incluso de la misma muerte.
Me duele en el alma esta carta; sobre todo porque me atrevo a asegurar que nunca llegó a su destinatario, a María;  pues si hubiera llegado la carta no estaría en el Archivo como es fácil  suponer. En realidad al soldado ni siquiera le dio tiempo a enviar la carta porque perdió la vida en un fatal accidente; por eso la carta se guarda junto al acta de defunción y otros documentos entre los legajos del Archivo Municipal de Torrejoncillo.
Me duele esta carta que María nunca recibió y se me hace un nudo en la garganta al pensar cómo sería a partir de entonces su vida sin el esposo soldado, sin poder tener ya el consuelo de las palabras escritas en renglones torcidos que le llegaran del frente, sin poder recibir ya nunca más los besos del esposo aunque sólo fuera a través del papel. Y veo a María sola, criando a sus hijos, como legado hermoso del esposo soldado. María sola escribiendo cada noche a su esposo a la tierra, haciendo saber con cada lágrima lo que lo extraña. María necesitando de su abrazo en medio de la desgracia y de la guerra.
Yo conocí a María, por eso me duele más esta carta. Y os digo que María fue una mujer fuerte, que supo inventar fuerzas aún cuando ya estaba exhausta para sacar adelante a sus hijos; y muchas veces, muchas, cuando estuviera a punto de poderle el desaliento escribiría sus penas a la tierra, morada última del esposo soldado.

Dime desde allá abajo
la palabra te quiero.

¿Hablas bajo la tierra?

Hablo con el silencio.

¿Quieres bajo la tierra?

Bajo la tierra quiero
porque hacia donde corras
quiere correr mi cuerpo.

Ardo desde allí abajo
Y alumbro tus recuerdos.

Mª José Vergel, Agosto de 2007

NOTA: Los versos que se intercalan en este artículo son de Miguel Hernández, concretamente están recogidos en el libro Poemas de amor de la Editorial Alfaguara. Libro que recomiendo leer a todos los visitantes del Blog, sobre todo porque remueve los sentimientos.

1 comentario:

  1. Triste y enternecedor relato, como siempre en tu peculiar estilo de dulzura infinita.

    Pero no me gusta eso de que sigas llorando por los rincones. Ay que ver esta niña, que no aprende...

    Besos

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