miércoles, 4 de junio de 2014

Getsemaní

Cementerio Alemán de Yuste, uno de los lugares en los que más PAZ se respira de cuantos conozco.
 Si los ángeles existen, éste es su Paraíso. 

Duerme el tiempo de junio en las alas replegadas de una libélula.
Hay lugares en los que una se sienta sencillamente a esperar, mientras vela el sueño de los que ya no despiertan.
Los nombres duermen  guardados entre los poros de la piedra.
Los bancos sirven para esperar…para pensar que la tierra no es sólo un depósito de huesos, para pensar que la tierra guarda  memoria  de la historia viva de esos huesos.
 La calma de la mañana y de este lugar que parece no ser de este mundo, me invita a cerrar  los ojos. Aspiro con avidez el perfume de la hierba salpicada de gotas de rocío. Es temprano y pienso que Junio, antes de emprender el  regreso  a casa, ha querido regalarme una hermosa mañana de domingo.
¡Cuánta paz hay en este lugar!
Me llega una letanía de abejas y la urgencia de los mirlos buscando algún fruto que llevarse al pico.
Contemplo la tierra sembrada de cruces, simétricas, idénticas. Duras cruces de granito que encierran tristes historias de guerras…sin embargo, yo no conozco paz como la de este lugar.
Entre las cruces, los olivos, como símbolos humildes de inmortalidad, de vida que va más allá de la muerte. Y pienso cuánta suerte tienen  los muertos de este lugar, porque ellos no están solos, siempre que haya un banco en el que sentarse  a esperar, a imaginar historias, a dibujar el rostro de Matthias Otten en cuyo nombre, labrado en la piedra,  se detienen mis ojos…
Foto de Mª José Vergel Vega

En este lugar se conectan la muerte y la vida, las cruces de piedra y los olivos.
El tiempo sin tiempo de los huesos reposa bajo la tierra. Cada una de esas vidas truncadas por la guerra y la sinrazón de los hombres, ha vuelto a renacer bajo los olivos. Nadie muere para siempre si hay olivos que lo cobijen y un banco desde el que velar su memoria.
La tierra cumple aquí su función de jardín eterno para la vida de los muertos.
Recuerdo entonces que llevo en los bolsillos semillas de olivo para cuando hay bancos propicios en los que sentarse a esperar, para cuando encuentro un nuevo Getsemaní donde rezar, aunque una no sepa mucho de oraciones. También se ora con el silencio, con el gesto solemne de cerrar los ojos y dejarte envolver por el fragor de la hiedra y el vuelo sutil de las mariposas, de esas que sólo traen buenas noticias.
Mariposas blancas, cruces y olivos para guardar el reposo del guerrero.


Pienso que aún hay lugares de luz y pese a toda la tristeza que debería darme este lugar, descubro sintiéndome descolocada y culpable , que mis naufragios de cada día han encontrado una playa segura en la que recalar, a la sombra de los olivos y del granito. Descubro y, quizá sea el mejor regalo que me pueda ofrecer la mañana de junio, que también a los vivos nos velan los muertos.
Rasga sutilmente el silencio el trino dulce de los pájaros y el zumbido sordo de unas  abejas ebrias ya  de polen… y ahora sí, en el aire, flota el presagio cierto del verano.
Cuando abro los ojos me doy cuenta de que no estoy sola. Alguien ha encontrado otro banco y se ha sentado a esperar, a  hacer menos solitaria la soledad de los muertos.
Me observa en silencio con las manos en el regazo y me sonríe. Me acerco y, sin decir nada, saco de mi bolsillo aquellas semillas de olivo que guardo para estas ocasiones y  las ofrezco al desconocido. Nuestras manos, alas abiertas de blancas mariposas, dejan que el viento las esparza a su antojo. Vendremos nuevamente otras mañanas, otras tardes, y nos sentaremos de nuevo a esperar y sabremos que no es verdad que los muertos estén solos.
Me marcho serena…y al traspasar la cancela, se despliega a mis pies, la herida sangrante de las amapolas en esta mañana hermosa de junio.

 Mª José Vergel Vega



4 comentarios:

  1. No sé si dios existe, no estaría mal que alguno fuese de verdad; pero de lo que sí estoy segura es de que existen los ángeles, quizá no tengan alas, como las mariposas, ni sean tan puros ni asexuados como nos los pitan, pero existen, a veces en un paraje, a veces en una palabra o una mirada, casi siempre en los abrazos, y desde luego en la musa que guía tu pluma cuando escribes con el alma.

    Besos

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  2. Gracias, amiga. Éste es un lugar mágico para mí y en él, te lo puedo asegurar, existen los ángeles.
    Besos miles

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  3. QUE BONITAS PALABRAS, QUE PAZ INSPIRA LEERTE.

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  4. Gracias Mª José , me alegra transmitir esa sensación porque es lo que verdaderamente siento en ese lugar.
    Mil besos.

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