Cementerio Alemán de Yuste, uno de los lugares en los que más PAZ se respira de cuantos conozco. Si los ángeles existen, éste es su Paraíso. |
Duerme el tiempo de junio en
las alas replegadas de una libélula.
Hay lugares en los que una
se sienta sencillamente a esperar, mientras vela el sueño de los que ya no
despiertan.
Los nombres duermen guardados entre los poros de la piedra.
Los bancos sirven para
esperar…para pensar que la tierra no es sólo un depósito de huesos, para pensar
que la tierra guarda memoria de la historia viva de esos huesos.
La calma de la mañana y de este lugar que
parece no ser de este mundo, me invita a cerrar
los ojos. Aspiro con avidez el perfume de la hierba salpicada de gotas
de rocío. Es temprano y pienso que Junio, antes de emprender el regreso a casa, ha querido regalarme una hermosa
mañana de domingo.
¡Cuánta paz hay en este
lugar!
Me llega una letanía de
abejas y la urgencia de los mirlos buscando algún fruto que llevarse al pico.
Contemplo la tierra sembrada
de cruces, simétricas, idénticas. Duras cruces de granito que encierran tristes
historias de guerras…sin embargo, yo no conozco paz como la de este lugar.
Entre las cruces, los olivos,
como símbolos humildes de inmortalidad, de vida que va más allá de la muerte. Y
pienso cuánta suerte tienen los muertos
de este lugar, porque ellos no están solos, siempre que haya un banco en el que
sentarse a esperar, a imaginar
historias, a dibujar el rostro de Matthias Otten en cuyo nombre, labrado en la
piedra, se detienen mis ojos…
Foto de Mª José Vergel Vega |
En este lugar se conectan la
muerte y la vida, las cruces de piedra y los olivos.
El tiempo sin tiempo de los
huesos reposa bajo la tierra. Cada una de esas vidas truncadas por la guerra y
la sinrazón de los hombres, ha vuelto a renacer bajo los olivos. Nadie muere
para siempre si hay olivos que lo cobijen y un banco desde el que velar su
memoria.
La tierra cumple aquí su
función de jardín eterno para la vida de los muertos.
Recuerdo entonces que llevo
en los bolsillos semillas de olivo para cuando hay bancos propicios en los que
sentarse a esperar, para cuando encuentro un nuevo Getsemaní donde rezar, aunque
una no sepa mucho de oraciones. También se ora con el silencio, con el gesto
solemne de cerrar los ojos y dejarte envolver por el fragor de la hiedra y el
vuelo sutil de las mariposas, de esas que sólo traen buenas noticias.
Mariposas blancas, cruces y
olivos para guardar el reposo del guerrero.
Pienso que aún hay lugares
de luz y pese a toda la tristeza que debería darme este lugar, descubro
sintiéndome descolocada y culpable , que mis naufragios de cada día han
encontrado una playa segura en la que recalar, a la sombra de los olivos y del
granito. Descubro y, quizá sea el mejor regalo que me pueda ofrecer la mañana
de junio, que también a los vivos nos velan los muertos.
Rasga sutilmente el silencio
el trino dulce de los pájaros y el zumbido sordo de unas abejas ebrias ya de polen… y ahora sí, en el aire, flota el
presagio cierto del verano.
Cuando abro los ojos me doy
cuenta de que no estoy sola. Alguien ha encontrado otro banco y se ha sentado a
esperar, a hacer menos solitaria la
soledad de los muertos.
Me observa en silencio con
las manos en el regazo y me sonríe. Me acerco y, sin decir nada, saco de mi
bolsillo aquellas semillas de olivo que guardo para estas ocasiones y las ofrezco al desconocido. Nuestras manos,
alas abiertas de blancas mariposas, dejan que el viento las esparza a su antojo.
Vendremos nuevamente otras mañanas, otras tardes, y nos sentaremos de nuevo a
esperar y sabremos que no es verdad que los muertos estén solos.
Me marcho serena…y al
traspasar la cancela, se despliega a mis pies, la herida sangrante de las
amapolas en esta mañana hermosa de junio.
Mª José Vergel Vega
No sé si dios existe, no estaría mal que alguno fuese de verdad; pero de lo que sí estoy segura es de que existen los ángeles, quizá no tengan alas, como las mariposas, ni sean tan puros ni asexuados como nos los pitan, pero existen, a veces en un paraje, a veces en una palabra o una mirada, casi siempre en los abrazos, y desde luego en la musa que guía tu pluma cuando escribes con el alma.
ResponderEliminarBesos
Gracias, amiga. Éste es un lugar mágico para mí y en él, te lo puedo asegurar, existen los ángeles.
ResponderEliminarBesos miles
QUE BONITAS PALABRAS, QUE PAZ INSPIRA LEERTE.
ResponderEliminarGracias Mª José , me alegra transmitir esa sensación porque es lo que verdaderamente siento en ese lugar.
ResponderEliminarMil besos.