viernes, 1 de agosto de 2014

"La noche soñada"

Portada del libro de Máxim Huerta.

Tendemos, y es mala costumbre y de pésima educación literaria, a juzgar a la ligera a aquellos autores que son poco conocidos o que aún no han tenido el reconocimiento de otros que, por causas variadas y méritos, demostrados  o no, han llegado a lo más alto de los ránkings literarios.
A estas alturas de mi vida en general y de mi vida como lectora archiconvencida en particular, sólo leo aquello que me permite vivirlo, meterme con todas las consecuencias dentro de la historia.
La noche soñada de Máxim Huerta, premio Primavera de novela 2014, me ha sorprendido gratamente.
Aún llevo en mi cabeza las notas de las Gymnopedies de Satie y el movimiento lento y doloroso de los jóvenes espartanos que desnudos danzan  exhibiendo  sus cuerpos. Todo en esta historia, como en la noche de San Juan, sucede como en un ritual, como el tempo lento de las Gymnopedies, banda sonora de esta novela tan bien construida y tan sensacionalmente escrita.
En las ficciones como en la vida, siempre andamos buscando la felicidad a través de este camino hacia Ítaca al que nos siguen invitando los versos de Kavafis. Pese a que en muchas ocasiones, más de las convenidas, demos pasos de ciego, no debemos olvidar que siempre habrá algún faro que le dé un poco de luz a nuestra travesía.

No es nada fácil tratar las cosas de la vida como si fueran una novela, como si sucedieran y no sucedieran a un  tiempo. Es muy difícil tratar el tema doloroso del maltrato sin pisar el peligroso terreno de lo escabroso , complicado no recurrir a los tópicos manidos que te arrancan una mueca de asco. Es difícil redimir a quienes amamos con la fuerza misma de nuestro amor. Es difícil ser justo en una sociedad injusta. Es hartamente complicado considerarnos inocentes cuando todo apunta a que somos culpables, pero, ¿y si la felicidad de los que queremos más que a nosotros mismos dependiera de ello? ¿no nos confiaríamos una noche de San Juan  al conjuro  con el que hacer realidad nuestros anhelos de justicia?
Es difícil creer en los sueños cuando se nos deja tan poco margen para soñar, pero hemos de probar a dibujar corazones en el vaho de los espejos o en el azúcar que medio dormidos derramamos en la encimera... Si no hacemos planes la vida no avanza.
 Sucede a veces que cuando creemos haber recalado en nuestra isla de felicidad, el faro de nuestra memoria se funde y en el camino hacia Ítaca no quedan migas por las que guiar nuestros pasos para llegar a buen puerto. Ni aún entonces es tiempo para desfallecer, siempre tendremos la importante opción de vivir por el otro, de mantener vivos sus recuerdos. Nunca se pierde por completo la memoria de aquellos a los que queremos si hacemos el esfuerzo de atesorar en nosotros cada uno de sus recuerdos: vivir en los otros para vivir en uno mismo.
Para vivir, sencillamente, hay que tener el coraje de hacerlo porque : "A veces, hoy como ayer, se escucha el amor cuando más callado estás".
Todo cuanto acontece en La noche soñada, sucede en algún lugar del corazón, porque lo que en ella pasa son cosas humanas que a nadie deberían sernos ajenas.
Hacía tiempo que no me parecía tan real el paisaje de una novela, y es que  los escenarios de Máxim se tocan, se huelen, se sienten , se sufren, se aman y te envuelven como el recuerdo dulce del primer amor y de un tiempo en que la esperanza aún es posible.
Cuentan las leyendas que en la noche de San Juan uno debe apostar por sus sueños, porque en la magia de esa noche todo puede hacerse realidad, depende del coraje de cada uno.
Mª José Vergel Vega


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