sábado, 24 de junio de 2017

Yo, mí, me, con usted...siempre


Le confieso que más de una vez, en estos tiempos del demonio que malvivimos, me ha tentado el ramalazo de negarlo todo. He querido desandar lo andado, pasar de puntillas sobre lo vivido. Reiventar la vida. Renacer de nuevo. Restañar heridas. Desatar una tormenta de versos, de esos que desafían a los pararrayos y no hay dios que haga carrera de ellos.  
En estos tiempos en que una se siente  abandonada y ahogada en hastío , no veo el momento de dormirme al abrigo de sus notas, Flaco, y decirle que lo quiero y soy sinceramente suya desde la primera vez que me cantó sus trovas. Daría mis siete vidas de gata maullando en los tejados por dejarme   acunar por esas notas suyas que hacen malabares en el pentagrama entre su vida y la mía.
Después de medio siglo y algo más he aprendido que puedo morirme de pan pero no de versos. Siempre estará usted ahí para hacerme regresar al tiempo en que lo conocí; un tiempo de balcones abiertos, de guitarras que daban la nota en medio de la noche en aquella solitaria Plaza de la Audiencia. Noches de viernes traspasadas de luna y algún beso furtivo que aún regresa de madrugada dejando en la boca un sabor a ceniza y olvido.
¡Qué bueno que regresaste, querido Joaquín, para negarlo todo y ponerme la vida panza arriba! ¡Qué bueno que me trajiste de nuevo tus palabras para llenarme el alma de dicha!
Buenas noches, Flaco, mi corazón y yo le agradecemos sinceramente sus desvelos y quedamos a los pies de sus versos.
Mª José Vergel Vega






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