martes, 9 de abril de 2024

Abrazar la mansedumbre

 



Tengo en mis manos una reedición de 2019  de La princesa manca de Gustavo Martín Garzo, en editorial Kalandraka. Una auténtica joya.

La princesa manca tiene el regusto de los cuentos de antaño, contados al calor de la lumbre. Es de esos cuentos que una parece encontrar en un alto del camino en una reunión de pastores  ,refugiados al calor de las brasas en una noche fría de invierno, en la que lo que se cuenta, abriga y reconforta.

Fuego e historias, ingredientes perfectos para calentar el espíritu.

Gustavo Martín Garzo, autor de esta delicadeza de cuento, es un contador de historias a la antigua usanza. Lo narrado parece sembrado con  manos delicadas, hilado y cosido en el mandil de las abuelas, donde cabe lo mucho y lo poco. Las abuelas, las mejores contadoras desde que el mundo es mundo.

La sorpresa, el encantamiento, el asombro, el volver a ser infantes, está a solo un pase de página.

Queremos más, que nos cuente más, que la historia que se hace otras historias, no se detenga. La noche es larga y las palabras del contador brotan del manantial sereno de los sueños. Primero es un hilito, pero poco a poco, si sabemos darle el tiempo necesario, la historia se va haciendo río y el río se va haciendo cada vez más caudaloso hasta alcanzar el mar, donde desembocan todos los cuentos.

Los cuentos de Martín Garzo son como casas solariegas en las que recalar buscando sosiego. En ellos las palabras se cocinan a fuego lento, removiendo con la cuchara de palo, dando las vueltas necesarias para que el guiso final nos aproveche y nos reconforte: “sólo en su mansedumbre se guardaba el secreto del paraíso”. La mansedumbre como la mejor manera posible de transitar esta vida.

Una no puede entrar en las historias de Martín Garzo sin poner a punto la imaginación, sin volver de nuevo al reino de la inocencia donde conviven en amor y compaña animales, hombres, criaturas extrañas, una naturaleza madre que nos guía y nos salva de los peligros, el bosque como criatura poseedora de todos los secretos. Emboscarse para sanar: “Aunque existieran la pobreza, las ofensas, los fracasos, nadie lograría extinguir jamás esa luz que  les llegaba del misterioso bosque, revelándoles lo simples y verdaderas que podían ser las cosas”.

La princesa manca, y otros cuentos de Martín Garzo, son percibidos por los cinco sentidos. Sólo así podemos entenderlos, disfrutarlos y sanarnos. Nuestra existencia viene dada por la aceptación  del ciclo reiterativo entre la vida y la muerte. El autor nos muestra el verdadero ritmo de la vida, que no es otro que la pausa, el transitar tranquilo, el dejarse mecer en los hilos de las horas. Hay un tiempo para “encontrarnos con las cosas, y otro para despedirnos de ellas”. Y esto es así de sagrado.

A la usanza de los antiguos juglares, cuenta directamente al corazón. Lo narrado no parece escrito, sino dicho por labios expertos en pregonar historias.

La vida es un camino lleno de pruebas y sorpresas. En ella el dolor da paso a una felicidad más o menos efímera, y de ésta al sufrimiento media un suspiro. Cuanto antes lo aceptemos, más disfrutaremos del tiempo de vida que nos ha sido asignado. Y esto nos lo enseña como nadie este filósofo contador de historias que es Martín Garzo.

Contar para asombrarnos del milagro que es la vida.

Mª José Vergel Vega

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