En estas dos últimas
semanas de Noviembre hemos trabajado en clase dos días internacionales muy
importantes: el Día de los Derechos de
la Infancia y el Día Contra la Violencia de Género.
Hay muchos niños y niñas
en el mundo que aún no saben qué es eso de tener derechos. Jamás han tenido la
suerte de que los traten como niños, las terribles circunstancias en las que
malviven los ha hecho madurar antes de tiempo. A través de estas líneas, queremos
recordar a tantos niños y niñas que pasan su infancia en territorios en guerra,
a los que ni siquiera tienen un lugar en el que vivir, a los que cada día no tienen
sus necesidades básicas cubiertas, a los que no dejamos echar raíces tan
importantes para disfrutar de una vida digna, a los que soportan en sus
pequeñas espaldas todo el dolor del mundo.
En clase de Fomento de la
Lectura hemos trabajado el «Derecho a la propia identidad», la capacidad que tenemos todos desde niños a tener un
nombre y a la afirmación de ser uno y una mismos.
Cada niño y cada niña
debe poder ser como quiera ser y a ser aceptados sin ningún tipo de condición o
prejuicio.
En la alfombra de los
cuentos desplegamos las velas de dos historias hermosas de Raquel Díaz Reguera,
que aún nos siguen abrigando el corazón: Yo
voy conmigo y Yo soy.
Se trata de dos relatos
que encierran las historias de dos niños a los que la sociedad que los rodea se
cree con derecho a poner coto a cómo visten, a cómo ríen, a cómo piensan, a
cómo quieren, a cómo hablan, a cómo guardan silencio, a cómo son en definitiva.
Martín y Martina (la
bautizamos así, porque en el cuento no tiene nombre) son dos niños a los que
les pica la nariz y las rodillas se les ponen tontas cuando están cerca el uno
del otro.
Las convenciones sociales
les hacen pensar que si se van despojando de lo que les caracteriza,
conquistarán la amistad y el beneplácito del otro.
Martina va abandonando
sus coletas, sus gafas de ver el mundo de una manera especial, su sonrisa
quitapenas, las canciones que tararea a cada instante, las pecas que la hacen
única, las palabras que continuamente salen de su boca, sus alas de libélula
que la llevan en pos de sus sueños…
A medida que va dejando
atrás su esencia, eso que la hace única, los pájaros que pueblan su cabeza
salen en desbandada y terminan enjaulados.
¡Martín la mira por fin!,
pero a ella no le gusta la versión en la que se ha convertido. Todo lo que ha
dejado atrás era lo que la hacía llamarse Martina, esa niña alegre y
parlanchina que tenía tan claro lo que la hacía feliz. Martina comprende que lo
fundamental es quererse a sí misma tal y como a ella le gusta ser. No para
hasta hacer regresar a los pájaros que anidaban en su cabeza y pregonar a los
cuatro vientos que le gusta ser como es, y a quien no le guste que mire para otro lado como dice Alma.
Ella es Martina, niña hecha de sueños, de alas que vuelan libres y que podrá
conquistar aquello que se proponga.
Mis niños dicen que a
Martín le pasa lo mismo, pero al contrario. Les llamó la atención que Martina
se quitaba y Martín se ponía.
Martín se muere por cada
una de las cosas que hacen única a Martina, pero esto no lo puede decir porque
tiraría por la borda ser el más popular del colegio. Los “popus” son tipos duros, que se peinan como los futbolistas
famosos, llevan gafas oscuras, escuchan los hits de moda, visten ropa de marca…
Martín lleva una mochila
tan cargada de convencionalismos, que a penas puede levantar los pies del
suelo. Llega un momento en que se mira al espejo y no se reconoce. ¿Qué es lo
que me hace estar tan triste?─ se pregunta:
«Yo soy Martín, ni más ni menos, y debo caminar a mi manera»
Martín, al igual que
Martina, comprende que debe mostrarse a los demás con valentía, siendo como le
gusta ser, no como los demás le dicen que sea. Cuando se da cuenta de esto, al
igual que Martina, comienza a escuchar el revoloteo de los pájaros de su cabeza
y ¿sábeis qué? …
Pues que a él también le
crecen alas, las alas de ir libre por el mundo. Martín y Martina van consigo mismos
sin importarles lo que piensen los demás.
Si nos queremos y nos
respetamos a nosotros mismos, estamos en el camino de recrear un mundo más
justo, más humano, más igualitario, en el que no tengan cabida las faltas de
respeto, el daño gratuito, la violencia de los verdugos sobre aquellos a los
que se les niega una mínima dignidad.
¿Y tú? ¿Te has preguntado
alguna vez si vas contigo?
Mª José Vergel Vega
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