miércoles, 17 de agosto de 2016

Estío en gris mayor


No sabría expresar con precisión la relación tan especial que me une a Julia. En ocasiones, los personajes que uno crea se vuelven tan reales que cuando los dejas marchar, te duelen terriblemente en el alma. Hoy no pude por menos que escribirle estas palabras de añoranza.

Querida Julia:
Apenas acabas de irte y ya te echo de menos. Sin duda, nadie me entiende como tú, sólo a ti podía contarte la historia de las penas de cada día.
 Sólo tus manos cosían de manera adecuada mis heridas.
Me pregunto qué estarás haciendo ahora, a solas con ese Sandokán rubio del Yoni que, bruto y todo, siempre estuvo por tus huesos.
Te recuerdo deambulando por la casa, buscando la palabra precisa para opinar sobre lo divino y lo humano.
 Soy un corazón cansado que te extraña.
Nunca pensé que diría esto, pero fueron tantos años a tu lado, que la vida se me ha ido pintando de gris sin el cascabeleo de tu risa.
¿Acaso me robaste la caja de las palabras antes de marchar a tu isla de caracolas? Ando buscándolas y puse la casa patas arriba. No hay ni rastro de ellas. Puede ser también, no me hagas caso, que se las haya tragado este mundo loco que no nos deja sosiego. Tú sabes que yo no puedo vivir sin las palabras. Ellas llenan cada rincón de mi pecho, son mi sístole y mi diástole, mi alfa y mi omega. Desde que te marchaste no encuentro la manera de que me bajen a la mano, andan en mi cabeza hechas una maraña que me tortura y me hace sentir vulnerable.
Cachito de mis entrañas, ¿será que formas parte de mí?, de esa niña que aún me habita de cuando en vez y que abrazo ahuyentando la desesperanza.


A ti es a quien  extraño nada más abrir los ojos cada mañana y echo en falta tus pasos por la casa... la vieja canción cuyas notas dejabas en cualquier rincón y que el viento revolvía mientras se oreaban las habitaciones.
Te extraño a la hora del desayuno y hasta me parece ver una muesca de tu sonrisa en el café con dos de azúcar que me instala en el mundo cada mañana.
Bostezo, y sin querer, se me escapa tu nombre sobre la mesa y me lo pone todo perdido de recuerdos.
Mi niña perdida, ¿qué estarás haciendo ahora?, en el  preciso instante en que no doy con la rima para unos versos que hace tiempo que me quitan el sueño y que las musas, esas impresentables, se regodean en jugar con ellos hasta que una mañana al despertar me los encuentre hechos añicos sobre la alfombra.
La vida se me ha vuelto infiel, querida Julia, y por más que revuelvo el armario no encuentro nada que ponerme para la ocasión, ya tú sabes cómo soy yo para estas cuestiones.

Dicen que el náufrago siempre vuelve al mar. Debe ser por eso que te busco y acecho el rumor de las caracolas por si algún atardecer me trajeran la certeza de tu regreso.
¡Cachito de mis entrañas! Alimenta tu alma y deja que crezcan tus alas lejos de este estío en gris mayor que nos separa...y no me hagas caso, esto que siento deben ser  estragos del  tiempo  y la distancia.
Mª José Vergel Vega



No hay comentarios:

Publicar un comentario