Un año más volvimos a reunirnos, cerquita de aquella Casa del Pueblo, donde muchos trabajadores y trabajadoras torrejoncillanos se dejaron seducir por la Cultura, por el deseo de saber, por la palabra, por la Libertad, por el entusiasmo y la valentía de creer en los sueños y perseguirlos, por dejar a nuestros pies una vida más fácil que la que ellos tuvieron.
Pero  la vida no es fácil, son muchos los  nubarrones que nos dejan exhaustos, que nos exprimen las fuerzas y nos instalan en el desaliento. Por eso, seguimos saliendo a las calles cada primero de Mayo, para reivindicar nuestro derecho a ser verdaderamente libres, convencidos de que nuestra fuerza es mantenernos unidos y sostenernos los unos a los otros.
Que nos pueda el no quedarnos callados, que no permitamos que nadie nos tape la boca: ¡Alma, compañeros , Alma! , rememorando la frase que don Manuel Cossío repetía a la maestra republicana María Sánchez Argós. Hay que trabajar con entusiasmo, poniendo el alma entera en todo cuanto hacemos. ¡Alma, compañeros, Alma! en cada paso que demos, a hollar caminos para pintar el mundo de esperanza.


Con esa consigna salimos a manifestarnos el 1º de Mayo; un 1º de Mayo que   despertaba en Sol Mayor y a nosotros nos pudo la alegría de salir a la calle y reconocernos en los otros, en aquellos que sumaban su alma a la nuestra.
Nos pudo el no resignarnos a que nos tapen la boca,  el reclamar derechos, sueños, lemas, banderas, canciones, versos en los que es el corazón quien habla.
El 1º de Mayo es vivir en lo colectivo, manifestarse con entusiasmo, poniendo el grito en la tierra para conquistar el cielo. Es salir a la esperanza para guardar memoria de aquellos a los que condenaron al olvido; memoria de aquel alcalde republicano al que cada año llevamos un cachito de nuestra alma envuelta en iris y rosas. ¡Que no nos pidan olvido cuando la vida es guardar memoria en la salmuera del tiempo!
Salimos aquella mañana a reclamar una justicia justa que condene a los verdugos y no a las víctimas, a elevar la voz, a no permanecer impasibles, a sacudirnos el miedo a decir lo que pensamos. Si nos dejamos vencer por el miedo, cada vez nos apretarán más la mordaza. Que nada de lo que pase a quien tenemos al lado nos sea indiferente. Que suframos con quien sufre, que nos alegremos si el otro se alegra, que prestemos nuestra palabra a aquellos a los que pesa el silencio. Que hagamos que se nos tome en cuenta, que reivindiquemos un mundo hecho a la medida del hombre. Que no nos pueda el desánimo, que soñemos la utopía de poder alcanzar el horizonte.
Hay que salir al sol y a la lluvia, con la cabeza bien alta y la cara al viento que nos sacuda y nos despierte. Que jamás nos demos por vencidos, que no demos por perdido lo que no se intenta. ¡Alma, compañeros, Alma! Que asumamos el riesgo, colmo claman los versos libres de Marcos Ana, de cometer el terrible pecado de sembrar de estrellas el corazón de todos los hombres.
Mª José Vergel Vega