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No sólo de pan vive el hombre, pues son otras las cosas que
calman el hambre y la sed del sentimiento.
Toda mi vida me recuerdo rodeada de libros, de historias de
nunca acabar, del yo no te digo ni que sí ni que no, de la canción del
ternerito al que apartaban de su madre, de los cuentos que inventaba la mía
exclusivamente para mí, de las historias que escribía la abuela en el libro de
la vida…
Aún hoy, cuando se ha cumplido una buena parte de mi caminar
por el mundo, creo que en cualquier momento una ondina de hermosura insuperable
y cabellera dorada, va a asomarse a aquella ventana de la Casa de las Sirenas,
y he de verla peinarse, lánguidamente, con un peine de oro.
Si soy como soy es porque los libros, las palabras que los
conforman, me han ido moldeando. Soy hija de la palabra y de las infinitas
formas en que aquella se manifiesta y
nada de lo que pase a mi madre me es ajeno.
Me consta , porque los conozco como conozco a los de mi
sangre, que ningún libro quiere acabar en el Cementerio de los Libros
Olvidados. Los cadáveres de palabras amontonados unos encima de otros, dan una
pena infinita y no hay bastantes cruces para recordarlos.
No quiero historias prisioneras de un tiempo al que
arrancaron el corazón. ¡Yo quiero palabras aladas, que vuelen de estante en
estante, que vayan de mano en mano! ¡Que Don Quijote baile con Mme. Bovary y la
Cenicienta tenga derecho a perder su zapato de cristal a la hora que le
apetezca , porque los hechizos no tienen por qué desaparecer nunca!
Me niego a sentarme en una vieja mecedora a velar historias
que se deshacen entre mis manos. Las historias han de volar libres a través de
ventanales abiertos, repletos de rayos de sol y luna. Han de fundirse con la
sonrisa de los niños, con las cuitas de los que ya no lo somos tanto y
necesitamos vivir otras vidas que nos recuerden que seguimos caminando, que aún
nos quedan pasos con los que alcanzar la
playa de la felicidad. Que esas historias, al ser devueltas a la vida, se
fundan con el llanto de aquellos que sufren y necesitan que la palabra se haga
carne, pócima sagrada para sanar heridas.
¡Quiero vivir muchas vidas, recorrer caminos al abrigo de los cuentos, seguir la estela
brillante que dejan los versos cuando son dichos en libertad!
¡Necesito los libros libres, las ventanas abiertas para que
entre el viento y nos lleve a los pies de Biblonia, el reino donde la Libertad
se hace Palabra y alumbra historias
capaces de hacer que se cumplan nuestros sueños!
¡Quieran los que nos gobiernan nos guíe por siempre el faro
de la Palabra!
Mª José Vergel Vega
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