miércoles, 22 de abril de 2015

Hija de la palabra

Foto Internet

No sólo de pan vive el hombre, pues son otras las cosas que calman el hambre y la sed del sentimiento.
Toda mi vida me recuerdo rodeada de libros, de historias de nunca acabar, del yo no te digo ni que sí ni que no, de la canción del ternerito al que apartaban de su madre, de los cuentos que inventaba la mía exclusivamente para mí, de las historias que escribía la abuela en el libro de la vida…
Aún hoy, cuando se ha cumplido una buena parte de mi caminar por el mundo, creo que en cualquier momento una ondina de hermosura insuperable y cabellera dorada, va a asomarse a aquella ventana de la Casa de las Sirenas, y he de verla peinarse, lánguidamente, con un peine de oro.
Si soy como soy es porque los libros, las palabras que los conforman, me han ido moldeando. Soy hija de la palabra y de las infinitas formas  en que aquella se manifiesta y nada de lo que pase a mi madre me es ajeno.
Me consta , porque los conozco como conozco a los de mi sangre, que ningún libro quiere acabar en el Cementerio de los Libros Olvidados. Los cadáveres de palabras amontonados unos encima de otros, dan una pena infinita y no hay bastantes cruces para recordarlos.
No quiero historias prisioneras de un tiempo al que arrancaron el corazón. ¡Yo quiero palabras aladas, que vuelen de estante en estante, que vayan de mano en mano! ¡Que Don Quijote baile con Mme. Bovary y la Cenicienta tenga derecho a perder su zapato de cristal a la hora que le apetezca , porque los hechizos no tienen por qué desaparecer nunca!


Me niego a sentarme en una vieja mecedora a velar historias que se deshacen entre mis manos. Las historias han de volar libres a través de ventanales abiertos, repletos de rayos de sol y luna. Han de fundirse con la sonrisa de los niños, con las cuitas de los que ya no lo somos tanto y necesitamos vivir otras vidas que nos recuerden que seguimos caminando, que aún nos quedan pasos con los que alcanzar  la playa de la felicidad. Que esas historias, al ser devueltas a la vida, se fundan con el llanto de aquellos que sufren y necesitan que la palabra se haga carne, pócima sagrada para sanar heridas.
¡Quiero vivir muchas vidas, recorrer caminos  al abrigo de los cuentos, seguir la estela brillante que dejan los versos cuando son dichos en libertad!
¡Necesito los libros libres, las ventanas abiertas para que entre el viento y nos lleve a los pies de Biblonia, el reino donde la Libertad se hace Palabra y alumbra  historias capaces de hacer que se cumplan nuestros sueños!
¡Quieran los que nos gobiernan nos guíe por siempre el faro de la Palabra!

Mª José Vergel Vega

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