lunes, 6 de abril de 2015

Fonchito y la luna

Una escena de Fonchito y la Luna. Foto de Mª José Vergel Vega

Para que un cuento sea considerado sublime, ha de llegar por igual a un niño que a un adulto. Al menos esa es mi humilde opinión.
La lectura de un cuento ha de proporcionar momentos mágicos, y sólo los buenos cuentos los hacen posibles.
Una de estas tardes viví uno de esos momentos.  El cuento que tenía entre las manos llevaba por título Fonchito y la luna, una joya magistral y entrañable de Mario Vargas Llosa, que sabe contar de la manera más dulce la historia del primer beso entre Fonchito y Nereida, para quien el chico fue capaz de bajar la luna.
A los niños les encanta que les hables de besitos entre amigos del cole. La palabra beso tiene entre ellos cierto magnetismo. Tal es la atracción, que sus ojitos sonríen y se les abre la boca de una manera preciosa. Alguno que otro no puede estarse quieto en el cojín: ¡Seño, es que mi amigo imaginario no ve bien los dibujos del cuento! La niña que tengo al lado hurga con sus deditos a ver si es capaz de saber lo que pasa en la página siguiente antes que sus compañeros.
Las niñas se sienten identificadas con Nereida, quizá porque es una chica lista que  no se lo pone nada fácil al enamorado Fonchito. Los niños sienten que el chaval tiene un marrón considerable:  "ese no le da un beso ni en sueños".
Les digo que Fonchito sabía que darle un beso a Nereida en la mejilla no iba a ser tan fácil como había pensado. La verdad es que nunca creyó que fuera fácil:  es que Nereida le pide que ¡le regale la luna!
-Pero seño, ¡no hay ninguna escalera que pueda llegar a la luna! 


Les doy la razón para aumentar el grado de expectación, y añado:
-No hay escalera tan larga y además, aunque Fonchito la consiguiera y alcanzara la luna, no sé cómo iba a apañárselas para cogerla , empaquetarla como regalo con lacito y todo y llevarla él solo a Nereida, la niña más guapa del cole. ¡No hay caja capaz de contener a la luna!
En estos momentos las niñas sonríen picaruelas y los niños , alguno que otro, están a punto de tirar la toalla...
Pero Fonchito sabe que debe esforzarse en alcanzar la luna de alguna manera y conseguir ese beso dulce en la mejilla de Nereida, porque debe ser como besar algodón de azúcar. Así, no cejó en su empeño y contempló la luna cada noche hasta que encontró la forma de presentarla ante Nereida.
Fonchito supo que el reflejo de la luna era tan hermoso como la luna misma y encontró el modo de ofrecerlo a su amiga como regalo...
...Nereida se acercó a Fonchito, se puso de puntillas y le colocó cerquita la mejilla...
-¡Y le dio el besito! ¿A que sí, seño? ¿Y se casaron?
-¡Nooooo! Pero a partir de entonces fueron los mejores amigos del mundo porque entre ambos medió para siempre el mágico reflejo de la luna y un beso con sabor a algodón de azúcar.

P.D. Y entonces sucedió la apoteosis de la magia. El primero que se levantó fue Nicolás que me engulló entre sus bracitos. Después, literalmente, me enterraron en abrazos.
Mª José Vergel Vega

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