martes, 29 de septiembre de 2015

Hijo de los días



Os dejo hoy estas palabras que encontré casualmente, las escribí a la muerte de Galeano y creo que deben estar recogidas en estos Cuadernos.

Abril me tatúa en el corazón el aroma de las flores y el dolor del silencio. Nunca tuve una buena relación con el que dicen es uno de los meses más hermosos del año. Este Abril el viento amenaza con llevarnos al infinito sin retorno posible.
Un lunes, trece de Abril, las venas de América latina y de los desheredados del mundo, se desbordaron como ríos sangrantes, cuando los medios de comunicación anunciaron que Eduardo Galeano había muerto.
Galeano siempre tuvo un halo de galán de cine, con unos ojos que miraban  directos al meollo del asunto. Nunca enmascaró las palabras; las escribía justo en el instante en que un picor le llegaba a la mano. Sus palabras a unos abrigaban el corazón, y a otros les dinamitaban los adentros.
Galeano, escritor y periodista, fue hijo de los días y la palabra. Creyó en el hombre íntegro, en el que pone la cabeza al servicio del corazón, la vida al servicio de la justicia . Parecía hablarnos desde un lugar de paz, conquistado a fuerza de haber gritado siempre la verdad.
Supo que un hombre puede jactarse de serlo, sólo cuando hace del compromiso su razón de vida, su pasaporte hacia el paraíso, si es que éste existe. Nada ni nadie hizo que su voz callara. Hubo de salir de su Uruguay, buscando otros lugares donde liberar su palabra de la mordaza de la dictadura, de los escuadrones de la muerte que, como perros rabiosos, iban contra quien en América Latina osaba hablar en nombre de la Libertad. Fueron muchos los días y las noches de amor y guerra.
Siempre se miró en los charquitos de las pequeñas cosas, y caminó incansable hacia el horizonte, por más que éste se nos aleje a cada paso que avanzamos. Él sabía que en los charquitos se puede ver el mar y en el horizonte podemos visionar la película de nuestros sueños.


Defendió a los ninguneados por los poderosos, “los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”, aquellos que no salen en los diarios y se mueren de asco cada día. Siempre habló por aquellos a los que alguien optó por dejar mudos, porque sabía que Dios no creó el mundo a imagen y semejanza de los nadies. Galeano fue el Mesías de aquellos en los que nadie repara, y difundió alto y claro un mensaje peligroso en estos tiempos, porque el mundo lo crearon los obreros, los que no tienen más riqueza en este jodido mundo, que su trabajo y el sudor infinito de sus frentes.

Abandono hoy este sueño de caracolas  en el que me encuentro, para darte las gracias por no marcharte del todo en este Abril de primavera y silencio, por dejarnos tantas historias que volver a recontar. Cada vez que leo una de ellas siento que una luz nueva me ilumina y que puede ser verdad que los de abajo podemos cambiar ese mundo que se empeñan en negarnos los poderosos, aquellos que aún creen que Dios lo creó todo de la nada y se lo entregó exclusivamente a ellos con llave en mano, para que pudieran hacer y deshacer a su antojo; pero lo que ellos no saben es que, palabra de Julia,  “este mundo de mierda está embarazado de otro” y que cuando uno se marcha en la estación en que todo renace de nuevo, la muerte, por fuerza, ha de ser una gran mentira.
Mª José Vergel Vega

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