sábado, 8 de marzo de 2014

Rosalía y yo, una historia para este 8 de Marzo.

Hoy he vuelto a recordar a Rosalía. Era  la hora de la siesta hace ya muchos años, orillas del Alagón. Con la Casa de las Sirenas por testigo, una niña tiene una  guitarra entre las manos y un libro de versos de Rosalía en el regazo.
Foto cogida de Intenet.

Rosalía, la "hija del mar" nació en 1837 en una casa abandonada en Camiño Novo, antigua vía de entrada a Santiago de Compostela para los viajeros procedentes de Pontevedra. Su madre, Teresa de Castro, perteneciente a la nobleza gallega tuvo que parirla a escondidas porque era hija natural de un cura. Cuando Rosalía cumplió los diez años, Teresa se puso el mundo por montera y se instaló con la niña en santiago de Compostela. Quería darle a su hija una educación decente. Gracias a la valentía de su madre, Rosalía pudo estudiar francés, pintura y música y hasta cuentan que fue una teatrera estupenda.
La oprimía el ambiente de un Santiago rígido, "cementerio de vivos", que no le perdonaba ser hija natural y que hizo asentarse en ella un sentimiento de culpa y de vergüenza.
Por asuntos personales tuvo que marchar a Madrid. Le gustó tanto poder pasar desapercibida que se quedó un tiempo en aquella urbe que la hacía olvidar que a los ojos de los hombres era hija del pecado. Allí conoció al que sería su marido, Manuel Murguía, uno de los mayores impulsores del Rexurdimento Galego. 
Se enamoraron y se casaron , es lo que tiene Cupido cuando se decide a disparar alguna de sus flechas. Manuel permitió que su mujer escribiera , eso sí, la casa y los hijos eran responsabilidad de Rosalía. Cuando en alguna ocasión le preguntaban a Manuel por las mujeres y por la suya en concreto, venía a decir : que como la violeta, la mujer, cuanto más escondida se tiene tanto mejor es el perfume que exhala y algo tan duro como que la vida de una mujer tiene dos fechas señaladas: la de su nacimiento y la de su muerte, lo que queda entre ambas sólo incumbe a su familia. Será por eso que decía Rosalía que "los hombres, casi siempre, ocasionan problemas".
Para muchos estudiosos, Rosalía inaugura la historia contemporánea de Galicia. Era culta, ilustrada, valiente. Su razón fundamental para escribir era reivindicarse como persona. Ella quería que a las mujeres de su época se les permitiera expresar lo que sabían y lo que sentían. Y siguió escribiendo aunque no se lo pusieron nada fácil; cuando pasaba por la calle los corrillos de intransigentes la llamaban "bachillera", sabelotodo, orgullosa, loca... A ella no le importó y siguió denunciando la situación de la mujer, su eterna condición de esclava, las supersticiones en las que creía como en la Biblia el pueblo gallego, el desajuste entre lo masculino y lo femenino.
Y aunque nunca nos lo hayan explicado en las aulas, fue una feminista convencida, una mujer luchadora que estuvo en contacto con las teorías del Socialismo Utópico y con los estudiantes revolucionarios de Santiago. Ella defendió la identidad gallega como  nadie, poniéndose al lado de los más débiles y reivindicando en sus vcersos que la tierra debiera ser  para quien la trabaja.
Esta faceta de Rosalía en pie de lucha para que a  la mujer se la dotara de la dignidad que no tenía es tan importante como la de la poetisa melancólica, misteriosa y de espíritu céltico que nos legó unos versos en los que la vida y la muerte aparecen amarradas de tal manera que no se sabe quién es quién...
La vida y la muerte...el Mar, que es madre y muerte y vida y dolor y amor y paraíso perdido...

Cuentan que cuando se sintió enferma pidió a su familia que la llevaran por última vez a ver el mar. Todos los días, a pesar de su enfermedad, paseba por la playa de Carril de manera incansable.
Vestida de mar regresó a Santiago para morir. Dicen que cuando sintió que Caronte la aguardaba para llevarla al último destino, pidió a su hija Alejandra que le abriera de par en par la ventana y que le colocara entre las manos un ramito de pensamientos . Fue lo único que necesitó para emprender el último viaje.

Hoy, Dauseda y Santiago estuvieron conectados por los versos de Rosalía. En esta Dauseda melancólica  ya no suenan las campanas en la iglesia derruida, en la que siguen haciéndose fuertes una pareja de cigüeñas ; pero  si cierro los ojos   puedo escuchar los sonidos que  una niña consigue arrancar  , con dificultad,  a las cuerdas de una guitarra al tiempo que recita en gallego unos versos de Follas Novas.








 El poema en la voz de Luz Casal y la música de Carlos Núñez es una auténtica maravilla. 

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