viernes, 22 de abril de 2016

Julia y el espejo


Julia estaba sentada frente al espejo de su alcoba cuando, al mirar de reojo hacia un extremo del tocador, le sorprendió un leve movimiento en el interior de su Cuaderno de Hadas.
Se llevó la mano al pecho para calmar el galope de su corazón. Cuando se hubo serenado un poco, tomó suavemente su cuaderno y se dispuso a abrirlo un tanto temerosa.
Para infundirse ánimo se repetía mentalmente: ¿Qué va a haber dentro de mi Cuaderno de Hadas, sino palabras?
Abrió el cajón con todo el sigilo del que fue capaz. Cogió la pequeña llave que abría la cerradura del Cuaderno y la giró todo lo suavemente que pudo.
Fue pasando las hojas, conteniendo la respiración. Todo parecía estar en orden. Allí seguían los papeles de caramelo de lindos colores que coleccionaba desde que era chiquita, pétalos de rosas , un mechón de cabellos de su muñeca preferida ( ¡su madre se enfadó tanto cuando le cortó el pelo!), una libélula disecada de alas iridiscentes…y todas las palabras que a diario iba escribiendo sobre aquello que le preocupaba, sobre lo que su corazón sentía cuando veía al  “Sandokán rubio” del Yoni y todo cuanto despertaba algún sentimiento en el alma.
-¡Qué tonta he sido!- pensó Julia esbozando una sonrisa.
Pero, cuando se disponía a cerrarlo de nuevo, creyó escuchar un levísimo bostezo y como si alguien o algo estuviera arañando alguna de las hojas.
Otra vez se le aceleró el corazón más de lo conveniente, pero recordó lo que le decía el Yoni de los cobardes cuando jugaban a asaltar castillos imaginarios en el descampado, y abrió el Cuaderno y pasó de nuevo una por una todas las hojas, sin miedo, como una valiente. ¡Pero nada, allí no había nada!
_ ¿Y si todo estuviera en mi cabeza? ¡Claro, eso iba a ser!, se tranquilizó.
_¡Pss, pss! , oyó Julia ahora y tuvo que oprimir con sus manos el galope que le cabalgaba por el pecho.
Algo se movía debajo de un finísimo  pétalo de rosa. Lo levantó temblorosa…¡y allí estaba!
Era un ser diminuto con carita pizpireta y que intentaba poner en marcha unas alas un tanto torpes, seguramente por haber pasado demasiado tiempo atrapada dentro del Cuaderno. Aquella personita, animalito, o lo que fuera, masticaba algo incesante. Sacudió el Cuaderno con suavidad y cayó encima del tocador expulsando por su boquita una especie de polvo negruzco…¡que parecía tinta! Ahora que lo pensaba: ¡Se parecía tanto a aquella libélula que había atrapado una tarde de verano junto al río!  ¡Imposible, las libélulas disecadas no resucitan!


_ ¿Tinta?, se asustó Julia. ¿Y si aquel ser, libélula o lo que fuera,  se había comido las palabras de su Cuaderno de Hadas? ¿Sería así como vuelven a la vida las libélulas disecadas?
Esta vez sí que tembló de verdad, porque para ella eran muy importantes todas las palabras que  escribía dentro del Cuaderno; bueno, por eso, y porque que alguien o algo resucitara le daba un yuyu… Volvió a abrirlo y lo revisó despacio. Efectivamente, faltaban palabras, sobre todo las que expresaban sentimientos: nombres , verbos y  adjetivos habían desaparecido un buen puñado.
Las preposiciones, conjunciones y demás palabras aburridas estaban allí y claro, ahora, no tenían ningún sentido. Se enfadó tanto que se fue poniendo más  colorada que cuando el Yoni la miraba fijamente,  hasta que le espetó: ¡Maldita Polilla o  libélula de los demonios!
Ella, aquel ser que había caído del Cuaderno,  debió sentirse ofendida, porque se incorporó un tanto tambaleante y eructó dos palabras : ¡Hada hermosa! y puso sus alitas en jarras.
Julia se avergonzó muchísimo de haberla insultado, entre otras cosas porque no era de su tamaño y porque rara vez se enfadaba con alguien. Reparó entonces en que en la hoja por la que tenía abierto su Cuaderno de Hadas había unos puntitos brillantes , los recogió con los dedos y los dejó caer de nuevo. Como por arte de magia, volvieron a escribirse las palabras: azul, amigo, caricia, sonrisa, beso, Yoni…
Comprendió  entonces que para que un cuaderno pudiese llamarse “de Hadas” tenía que dar cobijo a un Hada de verdad, y aquella, aunque en forma de polilla o de libélula, lo era, no necesitaba más pruebas. Por eso la invitó de nuevo a acomodarse bajo el pétalo de rosa. De su boca salió ahora un :¡Gracias Julia! que revoloteó un poco por la estancia antes de caer convertido en polvo sobre la página por la que tenía abierto el Cuaderno  de Hadas.
Julia cerró el cuaderno con suavidad para que en él habitara el silencio y su Hada particular pudiera descansar. Lo apretó contra su corazón. De repente, tres palabras se abrieron paso entre las hojas y fueron a posarse en los labios de Julia: ¡Beso de Hada!
Julia abrió de nuevo el Cuaderno y en una hoja en blanco escribió con letras muy grandes y de muchos colores


Mª José Vergel Vega





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