domingo, 25 de diciembre de 2016

"Amarás al prójimo como a tí mismo"


En aquel momento, el pecho cálido de su madre era todo su universo. Cuando ella lo mecía suavemente y le cantaba las nanas de su tierra destruida, no recordaba el dolor de sus pies ateridos de frío dentro de los zapatos rotos, ni su ropa remendada para sobrellevar el invierno.
Todo el universo que su cabecita dibujaba, cabía en aquel momento en el pecho de su madre. Hasta aquel refugio no llegaba la metralla, ni las sirenas que anunciaban la muerte, ni el ruido de las bombas. En el universo cálido del pecho de  su madre, Alepo se reconstruía por arte del amor y la esperanza. Allí, era posible creer en la buena voluntad de los hombres, confiar en  que el mundo les ofrecería la posibilidad de habitar un cachito de tierra libre en la que zurcir la vida.
Abrazado a sus sueños, con sus manitas al abrigo del corazón de su madre, una mujer y un niño en medio de los escombros de lo que fuera su hogar, ofrecen al mundo, a este mundo nuestro, que se dispone a celebrar una nueva y ávida Navidad, la figura de una piedad que clama por todos los sintierra, por los que vagan con hambre y sed de justicia por los caminos de nuestra indiferencia, por los que cada día nos atrevemos a dejar a la deriva, por los que se encuentran atrapados en la tela de nuestra intolerancia, por  los que lo han perdido todo, por los que con su silencio reclaman nuestro abrazo…
Aquel Mesías que nació en Belén en un establo, a espaldas de los hombres porque tampoco tuvimos la buena voluntad de darle un cobijo digno , dijo: Amarás al prójimo como a ti mismo y hoy, dos mil dieciséis años después, aún no hemos cumplido su mandado.
Que en esta Navidad que nos disponemos a vivir, nuestro empeño sea el de  encontrar nuestra buena voluntad  y aquello que nos hace dignos de llamarnos humanos, y seamos capaces de sanar las heridas de nuestros semejantes, porque todo lo que hagamos por ellos lo hacemos por nosotros.


¡LA PAZ ESTÁ EN NUESTRAS MANOS!
Mª José Vergel Vega

lunes, 5 de septiembre de 2016

Barruntos


Me llega el barrunto de la luz extraña de tus ojos. Ahora que tan pronto nos invade la penumbra y el cuerpo se acomoda a este letargo impreciso, preludio, tal vez,  de la muerte.
Algo está pasando a lo que no sé poner nombre. Cuando nadie me observa, me da por escribir versos adolescentes que hablan  de un amor trasnochado; de un amor que nació entre manchas de tinta y el soniquete cansino de las tablas de multiplicar.
Rebusco en mi caja de palabras y no encuentro las precisas; así las cosas, termino por decirte que tus ojos son tan tristes como la tarde que se marcha.
Me vuelvo hacia la ventana, y me devuelve un paisaje en el que no me reconozco. Todo en esta tarde triste lo engulle la maleza, la ruina lo acaba todo…los olivos son fantasmas que ríen mi dolor.

miércoles, 31 de agosto de 2016

Septiembre y los pájaros



     Contemplo el tiempo detenido en las alas extendidas de los pájaros…
     Hubo un tiempo alegre y despreocupado en el que con los dedos tocabas el paraíso.
     Aún tenías sus manos, como escudos que te protegían, aún te envolvía su sonrisa…y nunca era demasiado tarde.
     En ese tiempo, las mañanas tenían el olor del pan recién hecho, y el mundo se presentaba ante tus ojos como recién creado.
     Guardabas el tiempo, prisionero, entre los poros inertes de la piedra…el tiempo que se hacía silencio…las horas que quedaban quietas en las esferas de los relojes.

domingo, 28 de agosto de 2016

Los ojos de Paul Auster


 …Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar”
(Peces de ciudad, Joaquín Sabina)

     Creedme cuando os digo que es muy recomendable, tener a mano unos ojos como los de Paul Auster. Espero que sigáis mi consejo, porque sé de lo que hablo. Unos ojos como esos, pueden ser necesarios para echar a andar cada día; o mejor, para no perder, en algún embate inesperado, las alas de la ilusión.
     Esa que cotillea mis cuadernos y que ustedes conocen igual que yo, había dejado  Leviatán, olvidado encima de la mesa. A servidora le gusta leer y mucho, pero los autores norteamericanos no han sido nunca santos de mi devoción lectora. Pero, sólo por los ojos que tiene este tal  Auster, me empeñé en hacer el esfuerzo.
     Confieso que la experiencia resultó fascinante. De todas formas, para ser honesta, os diré que hacia la página sesenta, o tal vez antes, estuve tentada de abandonar la aventura; pero mi orgullo de lectora convencida le dio un manotazo al mal pensamiento y continué…y continué, y… ya no pude dejarlo hasta el final.
     Me dejé envolver por una trama impecable, hecha de casualidades que, bien pensado, no son tales. Todo está perfectamente conectado, ni sobra nada ni hace falta nada; y todo, con un ritmo narrativo perfecto.
     A través de los dos escritores protagonistas de la historia, Peter Aaron y Benjamín Sachs, el propio Auster se nos hace presente en la novela.
     Leviatán,  comienza con una fórmula potente, de esas que hacen lectores: “Hace seis días un hombre voló en pedazos al borde de una carretera en el norte de Wisconsin”.

miércoles, 17 de agosto de 2016

Estío en gris mayor


No sabría expresar con precisión la relación tan especial que me une a Julia. En ocasiones, los personajes que uno crea se vuelven tan reales que cuando los dejas marchar, te duelen terriblemente en el alma. Hoy no pude por menos que escribirle estas palabras de añoranza.

Querida Julia:
Apenas acabas de irte y ya te echo de menos. Sin duda, nadie me entiende como tú, sólo a ti podía contarte la historia de las penas de cada día.
 Sólo tus manos cosían de manera adecuada mis heridas.
Me pregunto qué estarás haciendo ahora, a solas con ese Sandokán rubio del Yoni que, bruto y todo, siempre estuvo por tus huesos.
Te recuerdo deambulando por la casa, buscando la palabra precisa para opinar sobre lo divino y lo humano.
 Soy un corazón cansado que te extraña.
Nunca pensé que diría esto, pero fueron tantos años a tu lado, que la vida se me ha ido pintando de gris sin el cascabeleo de tu risa.
¿Acaso me robaste la caja de las palabras antes de marchar a tu isla de caracolas? Ando buscándolas y puse la casa patas arriba. No hay ni rastro de ellas. Puede ser también, no me hagas caso, que se las haya tragado este mundo loco que no nos deja sosiego. Tú sabes que yo no puedo vivir sin las palabras. Ellas llenan cada rincón de mi pecho, son mi sístole y mi diástole, mi alfa y mi omega. Desde que te marchaste no encuentro la manera de que me bajen a la mano, andan en mi cabeza hechas una maraña que me tortura y me hace sentir vulnerable.
Cachito de mis entrañas, ¿será que formas parte de mí?, de esa niña que aún me habita de cuando en vez y que abrazo ahuyentando la desesperanza.

jueves, 21 de julio de 2016

Pájaros en la cabeza


El verano es también tiempo de reencuentros con lecturas que nos llevan a las puertas de un tiempo azul y despreocupado.
Cada vez estoy más convencida de que somos en gran medida aquello que leemos.
Hay libros que están irremisiblemente ligados a una época de nuestras vidas y volver a tenerlos en nuestras manos es tener el coraje de revivir aquello que nos resultó placentero, desoyendo las voces que nos advierten que no debiéramos tratar de volver a los lugares en los que fuimos felices.
Escribo en mi Cuaderno de Hadas que desde que Alfanhuí puso su mundo en mis manos, sé que las abuelas tienen cintura de almendro, y que los desvanes en los que crecimos “están llenos de sueños”. De hecho, si hoy escribo historias, es gracias a los desvanes y alacenas oscuras donde vivían ratones y culebras, aliados de los mayores, con los que nos asustaban cuando nos tomábamos la justicia por nuestras manos inocentes. Hoy esbozo una sonrisa al recordarlo, porque difícilmente pueden convivir ratones y culebras en un cuarto cerrado, ya que las segundas darían buena cuenta de los primeros, pero no es menester decir que los pocos años nos eximían de saber ciertas cosas.
Alfanhuí sabe de la importancia de las palabras y de los colores. Desde muy niño supo que el fuego es capaz de encender miles de historias.
Guardo mi Cuaderno en la mochila y me dispongo a emprender el camino de la mano sabia de Alfanhuí. Soy una mendiga cubierta con los harapos del tiempo…y el grito de los alcaravanes se estrella contra las colinas somnolientas de mi alma: ¡Al-fan-huí…al-fan-huí… En uno de los bolsillos remendados palpo, de vez en cuando, una culebra de plata para las noches sin luna.
Se van marchando las tardes estivales mordiendo con gula las esquinas de la memoria. Digo: ¡Al-fan-huí! y viene a mí un tiempo de risas y llantos, de sentimientos subidos a una noria descontrolada, en que íbamos y veníamos alocados por los pasillos del instituto entre la tabla periódica de los elementos, las declinaciones latinas, mi odio declarado a las matemáticas y el cruce nervioso con unos ojos especiales antes de entrar en clase.

domingo, 17 de julio de 2016

Los peces del frío

Foto de Lorena Cabello Vergel

Nunca me dejaron ser caracola, en la que encerrar para siempre las letras de tu nombre.
Lo nuestro fue  un amor a destiempo que tejió sus hilos entre los charquitos en los que iban ahogándose los besos.

 Una vez estuve llena de sueños que iban y venían en las alas de las mariposas.
¡Ahí va la loca- decían- a la que una vez prometieron la luna, la que escondía versos en los bolsillos rotos!

A duras penas, la vida, sigue  rodando entre las piedras.

Cuando cae la noche y te recuerdo,  hay peces de frío bogando entre las nubes.


Mª José Vergel Vega


jueves, 7 de julio de 2016

El agua que nos lleva

Dibujo de Juli Cabello Vergel
Os dejo el relato que el jurado del  III Concurso de Relatos Encadenados organizado por la Plataforma de Radios Escolares de Extremadura- Radio Edu, ha tenido a bien declarar ganador en la categoría libre. Lo mejor de todo ha sido reencontrarme de nuevo con el buen hacer de tanta gente buena como hay en el IESO "Vía Dalmacia", al que siempre consideraré mi casa.



Lo había intentado en más de una ocasión, pero era superior a sus fuerzas. Siempre volvía a martillazos, sordos y continuos, aquella noche de elefantes en que navegaron aguas arriba.
Incesante, el hilo de voz con que él quería aferrarse a la vida, gota a gota, le taladraba las sienes: “Ésta es el agua que nos lleva”.
No pudo hacer otra cosa que dejarse ir con la corriente, asido de su mano. Ante sus ojos, la caravana de elefantes amarillos continuaba su periplo hacia ninguna parte.
Nada fue igual a partir de aquella noche. Sin saber cómo, anda a cada rato con su nombre mordido entre los labios, apartando a manotazos los recuerdos que, como algas resecas le nublan los ojos.
Quizá tras el invierno cese la lluvia y él regrese de nuevo al mundo de los vivos y con sus manos de titán moldee , para los dos, una nueva tierra.


 Mª José Vergel Vega

miércoles, 11 de mayo de 2016

Federico y la tierra


"La soledad de Federico". Versos de amor heridos de Teatro Jachas.
Debió ser muy doloroso morir de noche, cuidando de no hacer ruido para no despertar a la Madre Tierra.
Los que mueren de noche, se marchan pisando estrellas. Ellos saben que la tierra los espera con su vientre húmedo, oscura madre de los desamparados, de los que fueron empujados a sentir el dolor inmenso de morir a cielo abierto.
Federico tuvo cuidado de no despertarla con sus lágrimas.
De sus ojos brotó un agua silenciosa que apagó el fulgor de las luciérnagas. Dicen que los grillos oscuros de la noche cerraron su boca con besos extraños. 
Cuentan, los que viven al abrigo de la noche, que el lucero del alba tomó para sí la luz verde de sus ojos, antes de que la sinrazón los cegara con sus dedos de plomo.
Después vino un tiempo en el que el ruiseñor entretuvo sus días rescatando sus versos, limpios como el agua.
El viento sabe que aquella noche no perfumaba el aire el aroma somnoliento de los dondiegos. Había un olor a selva, a tierra virgen que despertaba de corrientes subterráneas.
Cada vez que muere un poeta, la tierra inventa refugios de arcilla y luciérnagas, vasijas funerarias que las raíces amasan para acoger a los que mueren en sombra para no violentar a las criaturas de la noche.
Dicen las falenas y otros testigos insomnes, aquellos que se levantaron sobre el plomo, que desde entonces la tierra mece tu sueño, con un rumor incesante de versos que nacen heridos de amor.
Hace tiempo que tomé por costumbre sentarme sobre la tierra y, a noche abierta, amasar con mis manos tu recuerdo.
En el cáliz de las rosas está escrito que, alguna de esas noches, él derramó sobre mí la miel de sus versos.

Mª José Vergel Vega


martes, 10 de mayo de 2016

Flor de jaguarzo


Blanca, tan blanca,
temblando en la mañana:
Flor de Jaguarzo.
Mª José Vergel Vega

domingo, 1 de mayo de 2016

María Libertad


Sé de una mujer que proclama a los cuatro vientos que nació el año en que la República vio la luz en nuestro país; aquel tiempo en el que la gente se echaba a la calle para celebrar que éramos más libres y que un futuro luminoso abría sus puertas de par en par.
No sin dificultades, a esta niña le pusieron María Libertad, porque nació republicana y trabajadora. Cuenta, con su sonrisa imborrable, que acompañaba a su padre cada primero de Mayo y se manifestaba con alegría; levantando el puño y cantando las coplas que reivindicaban pan y dignidad para los obreros explotados.
María Libertad vivió una guerra siendo muy niña, y vio quemar con su hermana Francisca, con todo el dolor de su corazón banderas republicanas y hasta, relata, que quisieron quemarles el vestido rojo que llevaban puesto.
María Libertad caminaba las calles recogiendo cachinos de pan para matar el hambre; porque ella, cuenta, ha pasado mucho. Pero cuanto más grandes eran las dificultades, más se crecía y más luchaba para que nadie le pisara sus ganas de vivir y de habitar un mundo en el que todos nos tratáramos con respeto y en el que todos tuviéramos nuestra ración de paz.
María Libertad no se detuvo ante las adversidades, apretó los dientes y encaró con valentía, como la mujer luchadora que siempre ha sido, lo que la vida le mandaba, porque la vida a ratos es dulce  pero otros nos devora  a dentelladas.
María Libertad, mujer de mil oficios. Benditas tus manos que fregaron dobles, ventilaron matanzas, guisaron comidas de quintos. Manos que hicieron picón, que fueron a la siega. Manos que asistieron a muchos en el momento de la muerte, María camposantera.
María Libertad de eterna sonrisa, la mujer que no conocía descanso, porque sabía que cuando llegara a casa no le esperaba el reposo del guerrero, con quince hijos tenía que lavar mucha ropa hasta las tantas de la madrugada.
María Libertad, madre, republicana y socialista, mujer a la que tenemos que agradecer tantas cosas, porque se ha dado a los demás olvidándose de sí misma.
Gracias por tu ejemplo, por no rendirte nunca, por ir sembrando sonrisas, por dar por los demás hasta lo que no tenías. Por eso no debe extrañarte que todos en este pueblo al que adoras te quieras condeliriu y sólo tengan palabras hermosas hacia ti.

viernes, 22 de abril de 2016

Julia y el espejo


Julia estaba sentada frente al espejo de su alcoba cuando, al mirar de reojo hacia un extremo del tocador, le sorprendió un leve movimiento en el interior de su Cuaderno de Hadas.
Se llevó la mano al pecho para calmar el galope de su corazón. Cuando se hubo serenado un poco, tomó suavemente su cuaderno y se dispuso a abrirlo un tanto temerosa.
Para infundirse ánimo se repetía mentalmente: ¿Qué va a haber dentro de mi Cuaderno de Hadas, sino palabras?
Abrió el cajón con todo el sigilo del que fue capaz. Cogió la pequeña llave que abría la cerradura del Cuaderno y la giró todo lo suavemente que pudo.
Fue pasando las hojas, conteniendo la respiración. Todo parecía estar en orden. Allí seguían los papeles de caramelo de lindos colores que coleccionaba desde que era chiquita, pétalos de rosas , un mechón de cabellos de su muñeca preferida ( ¡su madre se enfadó tanto cuando le cortó el pelo!), una libélula disecada de alas iridiscentes…y todas las palabras que a diario iba escribiendo sobre aquello que le preocupaba, sobre lo que su corazón sentía cuando veía al  “Sandokán rubio” del Yoni y todo cuanto despertaba algún sentimiento en el alma.
-¡Qué tonta he sido!- pensó Julia esbozando una sonrisa.
Pero, cuando se disponía a cerrarlo de nuevo, creyó escuchar un levísimo bostezo y como si alguien o algo estuviera arañando alguna de las hojas.
Otra vez se le aceleró el corazón más de lo conveniente, pero recordó lo que le decía el Yoni de los cobardes cuando jugaban a asaltar castillos imaginarios en el descampado, y abrió el Cuaderno y pasó de nuevo una por una todas las hojas, sin miedo, como una valiente. ¡Pero nada, allí no había nada!
_ ¿Y si todo estuviera en mi cabeza? ¡Claro, eso iba a ser!, se tranquilizó.
_¡Pss, pss! , oyó Julia ahora y tuvo que oprimir con sus manos el galope que le cabalgaba por el pecho.
Algo se movía debajo de un finísimo  pétalo de rosa. Lo levantó temblorosa…¡y allí estaba!
Era un ser diminuto con carita pizpireta y que intentaba poner en marcha unas alas un tanto torpes, seguramente por haber pasado demasiado tiempo atrapada dentro del Cuaderno. Aquella personita, animalito, o lo que fuera, masticaba algo incesante. Sacudió el Cuaderno con suavidad y cayó encima del tocador expulsando por su boquita una especie de polvo negruzco…¡que parecía tinta! Ahora que lo pensaba: ¡Se parecía tanto a aquella libélula que había atrapado una tarde de verano junto al río!  ¡Imposible, las libélulas disecadas no resucitan!

miércoles, 13 de abril de 2016

Bienaventuranzas de la memoria


A la memoria de Don Francisco Moreno Vidal, Alcalde Socialista-Republicano de Torrejoncillo, en los aciagos momentos en que estalló la Guerra Civil en España; y a la memoria de todos, los que como él, fueron asesinados y condenados a un olvido injusto.

Escribí estas "bienaventuranzas" para Versos de amor heridos,  que representara Teatro Jachas hace ya unos años. Unos versos que debía a dos personas que siempre serán muy importantes en mi vida: Francisco Moreno Vidal y Federico García Lorca. Vuelvo a publicarlas en este lugar porque siento que deben estar aquí también; al fin y al cabo estos cuadernos son una extensión de mi alma.


Bienaventurados los que guardan memoria de aquellos a quienes arrojaron al silencio de las cunetas.

Bienaventurados los que albergan en su corazón la certeza del dolor de los que sufren.

Bienaventurados los que recuerdan porque espantan el negro fantasma del olvido.

Bienaventurados los que creen que los huesos son memoria de la vida.

Bienaventurados los que hablan con sus muertos, porque ellos tienen mucho que decir.

Bienaventurados los que creen que sin dignidad no podemos ser llamados hombres.

Bienaventurados los que creen  que los muertos sin nombre también construyen la historia.

Bienaventurados los que se niegan a olvidar, porque creen que un mundo más humano es posible.

Bienaventurados los que defienden su derecho a recordar, porque reivindican el poder del corazón.

Bienaventurados aquellos que desterraron el miedo porque ellos parieron  la libertad.
Mª José Vergel Vega




martes, 5 de abril de 2016

lunes, 4 de abril de 2016

Llévame hasta el mar

"Quiero ser mar, sólo consigo espuma"

Nunca pude con la lluvia de Abril. Siempre ella fue la culpable de mis penas, de llenarme la primavera de tristeza.
Hoy volvió a amanecer Abril envuelto en lluvia. Supe que algo ocurría cuando una nube de oscuro desánimo cruzó ante mis ojos. La última hora se avalanzó sobre mí, cruel, cuando el día recién echaba a andar: Manolo Tena había muerto.
No se me ocurrió mejor cosa que escuchar "Llévame hasta el mar" , la canción que siempre me ronda la cabeza y que seguro lo acompaña en el que llaman último viaje. Esta vida nuestra tan llena de eufemismos.
Morir es fundirse con el mar, por aquello que dijo el poeta de que nuestras vidas son los ríos. Siempre nos quedará el consuelo del mar y sus abrazos para seguir aquí de algún modo, libres y salvajes.
Siempre me quedará en medio de este Abril tu voz que volaba como un alma con las alas rotas y el recuerdo de aquellos años en que estábamos convencidos de poder comernos el mundo. Hoy, a ratos  pienso, que el mundo nos ha engullido a nosotros.
¡Qué manía la de los muertos de irse por el agua! ¡Qué manía este quedarme abandonada, desnuda en medio de Abril, tiritando de frío! ¡Qué manía ésta de tatuarme las canciones en medio de la sangre para que no te me marches del todo!

Hay días en que me pueden la lluvia y las ausencias.

Mª José Vergel Vega

sábado, 26 de marzo de 2016

Y al tercer día, resucitó.

Niña frente al mar. Joaquín Sorolla

 Siempre decían en mi casa que resucitó al tercer día, según unas Escrituras Sagradas que la abuela Julia debía conocer muy bien, porque siempre lo decía muy segura.
La mañana del Domingo de Resurrección, la abuela me levantaba muy temprano. Me metía en el barreño de zinc rebosante de agua templadita y me lavaba a conciencia con una esponja que rascaba un poquito y que olía a henodepravia.
Desde luego, aquel baño de los domingos de resurrección sería capaz de poner en pie hasta a los muertos, no me cabía duda.
Cuando consideraba que ya estaba lo suficientemente limpia, la abuela Julia me envolvía en una toalla blanca de rizo grueso y calentita del brasero. Y me sonreía. Y aunque la abuela Julia siempre sonreía, sus labios adquirían un rictus distinto los domingos de resurrección.
La sonrisa de la abuela era blanca, igual que el vestidito que me ponía para ir a la misa del Padre Solís, en la que siempre me echaba un sueñecito; blanca como la túnica con la que yo me imaginaba que Jesús saldría del sepulcro, triunfador de la muerte.
Todo era blanco los domingos de resurrección. Todo debía ser perfecto; y si la abuela al mirarme me notaba mohína, repetía festiva pellizcándome las mejillas, aquella rima de Santa Teresa que a mí tanto me gustaba:
“Tristeza y melancolía , no las quiero en casa mía”
Yo me reía a carcajadas y me dejaba peinar por las manos viejas de la abuela…y todo se inundaba de blanco… y hasta las campanas de Santiago debían seguir un pentagrama inundado de níveas notas…

Siempre oí decir en mi casa que al tercer día todo fue blanco y, aunque no puedo asegurar si esto lo decían las Escrituras, lo que sí sé muy bien es que los Domingos de Resurrección de mi infancia tenían la peculiaridad de ser blancos como el “Pan de Ángel” que la abuela Julia le compraba a las monjitas si conseguía no dormirme en misa en día tan especial…Palabra de Julia.
Mª José Vergel Vega

viernes, 18 de marzo de 2016

martes, 15 de marzo de 2016

El Conde Arnulfo


Hace muchos, muchos años, vivía en un Castillo un Conde que se llamaba Arnulfo, que era más malo que un cuervo.
Arnulfo no entendía por qué tenía que cargar con el terrible peso de la maldad a los ojos de la gente.
 ¡Si lo dejaran!¡Si alguna vez se acercaran a hablar con él lo conocerían realmente! Pero lo habían condenado a estar solo, quizá para siempre.
Tampoco entendía por qué lo comparaban con el cuervo. ¿Era acaso un ser oscuro a los ojos de la gente y por eso lo consideraban un ser maligno?
_Quizá me he dejado llevar demasiado por la inercia de mi nombre, ¿o son ellos los que se dejan llevar? ¡Algunas palabras pueden ser tan poderosas!-pensaba a menudo Arnulfo. A uno, al nacer, deberían ponerle nombres luminosos como Daniel, Manuel, con los que asomarse al mundo a través de grandes ventanales.
Pero en su familia, todos sus antepasados habían tenido nombres que no invitaban precisamente a la hermosura y a adornar a quien los llevaba con un halo de bondad: Úrsula, su madre; Sisebuto ,su padre; sus abuelos , Turismundo y Tulga; y sus abuelas, Ataúlfa y Gundemara. Y mejor no seguir, porque el árbol genealógico era desolador, se lamentaba Arnulfo.
¡Qué culpa tengo yo de llamarme Arnulfo!
Y, en verdad, el Conde tenía razón. Y si hacemos caso de las crónicas, nos daremos cuenta que ni el conde ni sus antepasados eran malas personas por llamarse como se llamaban; sólo que entre la gente, algún hada maligna o cualquier otro ser venido del mismísimo Averno, había llegado a aquel condado a sembrar la cizaña, de que eran malos porque hay quien piensa que el nombre es más importante de lo que se piensa.
Y la cizaña creció, porque ya sabemos cómo se las gasta.

domingo, 28 de febrero de 2016

Volverás a la casa del padre...



Antes de las ruinas fue la vida. El portal encalado donde anidaban las golondrinas. Los pasos adivinados de padre sacudiéndose el barro de las botas. Las manos blancas de madre sosteniendo el tazón del vino.
Entonces, todo estaba bien, cada cosa en su sitio. Ha ido pasando el tiempo, y una se da cuenta, vieja ya y cansada, de que hasta las palabras se han ido perdiendo por el camino.
Pero volverás a la casa del padre, allí donde aún las libélulas ornan tus pies.
Has de volver a la vera del agua, al crepitar de los pasos en la maleza. Y el viento será quien te diga verdades: que tú eres esta tierra y los pájaros que la habitan.
Volverás aunque los versos te sean esquivos. El tiempo se ha detenido para que vuelvas. Nada se mueve, sino tú misma.
Alrededor de tus trenzas, vuelan locas volvoretas al compás de unas manos blancas. Recordarás los días en que accedías al verde corazón del monstruo, cuando andabas con pies de nube para no despertar a la bestia que, en su ciénaga verde, hacía latir su verde corazón en las largas tardes de verano.
Entonces todo era verde. Verde era el barco pirata en el que cargaste tus sueños. Verde estaban las aguas que surcaba, henchido de esperanza, y verde avanzaba corriente abajo aquel velero de papel, antes de que llegara el invierno con su aliento helado  y su canción triste.

¡Verde, verde, verde! ¡Rumbo a las aguas de la infancia!
Mª José Vergel Vega

domingo, 14 de febrero de 2016

Volver a Lisboa


"Soñamos la misma ciudad...(El invierno en Lisboa. Antonio Muñoz Molina)


Hace unos días regresé a Lisboa, por esa manía que a los  humanos  nos entra  de volver a los lugares en los que fuimos felices o sentimos la ilusión de la felicidad.
Confieso que vuelvo a esta ciudad como si volviera a los brazos de un amante . Por ella  lo dejaría todo, aún sabiendo que nada dura para siempre  y que lo de los amores eternos es un cuento que siempre termina de aquella manera.
Pero el paso de los años nos enseña que para amar es preciso doler, dolerse.Y  a mí me duele el color ocre del cielo de Lisboa, la ciudad que se marcha nuevamente en este barco de Abril que al otro lado de la ventana se deshace en colores.
La melancolía , incluso en primavera, es de un gris intenso, tanto, que amenaza descargar un intenso aguacero.
Una y mil veces sostengo que no hay cielo como el de Lisboa. A mí me cabe la dicha o la desdicha de tener con esta ciudad una relación de amor-odio que me hace entregarme a mi particular “libro del desasosiego”, al no parar quieta, a dejarme llevar en  brazos del insomnio cada vez que ante mí se abre la promesa de verla de nuevo.
Lisboa es una amante que espera y que a la vez se muestra esquiva. Me enamoré de ella una tarde con el consentimiento alevoso de la poesía…  leía unos versos de Ángel Campos que evocaban una ciudad blanca…refugio cierto en el que recalar  en alguno de los vaivenes de la vida.
Y el idilio dura desde entonces, con altos y bajos como en todas las relaciones. A veces nos declaramos amor eterno, otras nos herimos con tanta saña que las heridas hacen mella en el corazón por amar demasiado: te quiero porque me matas y es por eso que te quiero.

sábado, 30 de enero de 2016

Namasté


“Mi alma saluda a tu alma”. Escribo en mi Cuaderno de Hadas: Namasté, una de las palabras más hermosas que una puede llevarse a la boca. ¿Hay alguna forma mejor de hacerte saber que me tienes para cuanto necesites?
Namasté es una palabra, pero también un gesto: manos juntas en actitud orante para dar las gracias por poder darnos a la alegría de entregarnos a los demás.
Namasté, el gesto y la palabra , lugar al que acude el náufrago que soy para saber que cada mañana el mundo se abre para mí y que yo me ofrezco al mundo con mis virtudes y defectos.
Digo namasté porque quiero con los pies en la tierra poder tocar el cielo.
Necesitamos confiar en el alma, dejarnos conducir por ella para apreciar el aroma que dejan las pequeñas cosas, esas que tomamos por insignificantes y menospreciamos a diario. Sabed que el alma sabe el camino hacia las estrellas.
Es tiempo de asumir que somos náufragos en esta vida y que la balsa de que disponemos no es otra que nuestra alma.
Namasté, el gesto y la palabra: tender el corazón al mundo aunque esté herido. Las llagas se lamen mejor en compañía.
Namasté, echar raíces y anclarlas en tierra porque ella, la Madre Tierra, está muy cerca del cielo.
El náufrago emprende su camino hacia la isla de la tranquilidad, del sosiego que vivifica, de la Paz que cada uno alberga en su interior, porque el camino del náufrago  es un camino hacia los adentros.
Me busco y sé que sólo puedo encontrarme en medio del silencio. En sus dominios de bruma me despojo de lo que me fragmenta y deshumaniza. Sólo desde el silencio comprendo que soy yo gracias al otro y en él me reconozco, y sólo así él puede descubrirse en mí.
Como un asceta me contemplo y me repito el  mantra necesario de que nada es tan importante como aquello que se desgaja del alma como un torrente de luz, como una cascada de agua cristalina desde la más alta de las montañas.

lunes, 18 de enero de 2016

Ángeles y demonios


Una puede sentir muchas cosas cuando está delante de un libro. Eso que sientes puede ser maravilloso y sublime, pero también, zafio y rastrero. Al leer Hombres desnudos de Alicia Giménez Bartlett, autora con la que estaba bastante familiarizada y que entra dentro de mis preferencias como lectora, porque sus obras hacen pensar, me pasó algo que voy a denominar, inquietante.
Lo primero que pensé es cómo con semejante novela, sórdida y mal hablada, esta señora había podido embolsarse el dineral del Planeta o, pasándolo a pasiva, en qué estaban pensando los miembros del jurado cuando decidieron otorgarle el premio gordo.
La idea de dejar la lectura no me abandonaba. Pero, ¿por qué continué leyendo? La respuesta es, pese a todo, muy simple: porque lo que en ella sucede, aunque no me guste y me produzca arcadas, es la vida misma.
La vida es, en muchas ocasiones, un mal sueño y una, a veces, no tiene o no se ve con fuerzas, para cambiar el registro. Se nos obliga a seguir soñando y nos resulta imposible despertar.
¿Podemos cambiar la realidad? ¿Somos, en verdad, tan poderosos si nos proponemos algo en firme? ¿Nos engullen, en todo caso, las circunstancias? ¿Somos agresivos por naturaleza? ¿Podemos controlar esa agresividad que forma parte de nuestro ADN? ¿Seríamos capaces de perdonar y/o justificar un acto terrible cometido por una persona de apariencia angelical? ¿Somos capaces de vivir entre el bien y el mal? Quizá, en nuestro interior nos respondamos que no podemos perdonar o justificar ciertas cosas que nos hacen indignos de llamarnos hombres , pero lo cierto, lo que nos escandaliza es que vivimos subidos a una noria que nos hace dar bandazos a un lado y a otro, ir de la cumbre al suelo una y otra vez.
Siempre he pensado que nadie está libre de nada. Todos podemos ser felices e infelices. Nadie está libre de descender a las cloacas y todos, en algún momento, podemos habitar, siquiera fugazmente, el paraíso.
Ni ángeles ni demonios, o ambos a un tiempo.
¿Puede un ángel cometer un crimen? ¿Puede un deshecho de la sociedad hacer algo para mejorarla? La respuesta es sí en ambos casos, porque somos humanos y en nosotros cabe lo mejor y lo peor.
¿Podemos vivir con algo muy sórdido a las espaldas? Probablemente sí, porque la vida es aguantar , y si no podemos caminar hacia adelante, siempre tenemos la opción de seguir huyendo.
Terrible, muy terrible. Estar vivo es lo más hermoso y lo más jodido que nos puede pasar.
Leer también puede convertirse en una experiencia traumática, de la que una tarda en recuperarse, aunque un lector no puede hacer otra cosa que seguir leyendo, porque leer es vivir y morir a un tiempo.
Mª José Vergel Vega

lunes, 11 de enero de 2016

Ávida Navidad

Detalle de un belén expuesto en la Iglesia de San Andrés de Torrejoncillo.
Foto de Mª José Vergel Vega.

Todo en esta vida sucede de una manera cíclica. Unas cosas van y otras vienen. Unas nos hacen inmensamente felices; otras, en cambio, nos causan dolor. Todo pasa y todo queda, palabra de Julia.
De lo que no hemos de dudar un instante es que aquello que ha de suceder, sucederá, y lo hará en el momento justo.
Acabamos de dejar atrás un tiempo de Navidad que, como cada año, ha acudido puntual a su cita.  Aunque, por mejor decir, últimamente nos pilla con el paso cambiado  con esas campañas tan papel cuché de los grandes almacenes, de los anuncios navideños ya desde el mes de Octubre…que nos incitan a comprar, a consumir, a ir deprisa a todas partes…
Escuchamos voces que nos impulsan a buscar el espíritu de la Navidad en las burbujas doradas del cava de una marca determinada, en el turrón que tiene la facultad de traernos a aquellos que están lejos de vuelta por estas fechas, a embutirnos en brillos y comprar lencería roja para tener la mayor de las venturas el año que vendrá sí o sí, a pedir a Papá Noel o los Reyes Magos el móvil de última generación que sólo le falta ya arroparte y darte un beso de buenas noches, a ir a cotillones por los que perdemos un riñón mientras otros malviven de la caridad…
¿Se nos ha ocurrido alguna vez buscar la Navidad dentro de nosotros mismos?
Quizá tengamos que buscar mucho y muy profundo, pero seguro que alguna vez hemos vivido una Navidad auténtica.
Detengámonos un momento en la palabra NAVIDAD. Os diré que procede del latín Nativitas que podríamos traducir como “nacimiento de la vida para ti”.
Digámosla despacio  ahora que conocemos su significado justo, saboreando cada letra, cada sonido. ¿Cuántas palabras encierra la palabra NAVIDAD? En ella están, entre otras, dos  palabras  VIDA , DÁDIVA  (don , regalo) que me gustaría resaltar; pero ojo, porque también están en ella las palabras DIVA, ÁVIDA,NADA, VANIDAD… De nosotros depende quedarnos con lo positivo, con lo que nos hace crecer como personas y rechazar los falsos brillos, el espumillón que nos ciega.
La tradición cristiana celebra el 25 de Diciembre el nacimiento del Salvador del mundo. En ningún momento se dice en la Biblia que esto fuera así; pero alguna fecha había que escoger y en el año 440 de nuestra era, se fijó esta fecha para hacerla coincidir con la Fiesta del Natalis Solis Invicti (Sol Naciente Invencible) que celebraban los romanos.
Así pues, celebrar la Navidad es celebrar la VIDA. Y la vida no merece ser celebrada con prisas y de cualquier manera. Hemos de pacificarnos, vivir la Navidad desde dentro y proyectarla hacia afuera.
Os invito a cerrar  los ojos y buscar dentro de vosotros aquella Navidad en la que tocásteis con los dedos la felicidad. Puede que haya pasado mucho tiempo de aquella Navidad o puede que te sea cercana. Revívela dentro de ti y llénate de su espíritu.

sábado, 9 de enero de 2016

Mundo nuevo


Hay días en los que una siente que el mundo es creado de nuevo.
Hoy, el Ojo de Dios alumbró nuestro camino. Se fue rasgando el cielo y los rayos del sol fueron inyectados en la tierra.
Apareció ante nuestro ojos una casita pequeña y hermosa, envuelta en bruma. Pastaban las vacas. Un manto de sosiego cubría la hierba. Los pájaros, con su vuelo perezoso, fueron despertando la mañana.
Nos deteníamos a escuchar el sonido del agua en los regatos, abiertos como venas de vida en la tierra.
Pocas veces Dios nos muestra su mirada y se da con entusiasmo a crear de nuevo aquel mundo que inventó en siete días según el Génesis. Ahora no hay adanes ni evas, sólo el Ojo de Dios pariendo la tierra entera.
El mundo, en días como éste, está bien hecho y una quiere quedarse a vivirlo y beber hasta el fondo la extraña miel que nos ofrece.
Mª José Vergel Vega