martes, 4 de febrero de 2020

La mierlita



Está claro que yo no puedo entrar en una librería y salir con las manos vacías. Hoy, mi preciosa librera Mónica, puso ante mis ojos una cajita de cuentos diminutos ( el número 5 de la colección "Minilibros" de Kalandraka, recomendable para todas las edades).
Éste de La mierlita fue el primero que se me vino a las manos. Leerlo, y recordar a mis abuelas, aquellas mujeres sabias que me enseñaron a interpretar el libro de la vida, fue todo uno. La mierlita es una historia con sabor a aquellos cuentos de la infancia en el regazo de aquellas mujeres valientes y tiernas que fueron nuestras abuelas.
Me encantó que Antonio Rubio, maestro de maestros, le pusiera ese título en diminutivo , en extremeño y en femenino, porque por estos lares hay mierlas pero no mierlos. Fascinante la forma en la que utilizamos el lenguaje.
No pude por menos que compartir lectura con mis niños de Primer Ciclo. Escucharon atentos y dijeron que les parecía triste, pero bonito. Silvia aplaudió entusiasmada; otros entornaron los ojitos  pensando quizá en la desdicha de la pobre mierlita a la que una y otra vez engañaba la taimada zorra...y otros cavilaban sobre qué cosa sería aquel invento del "jápele-jópele" que la zorrita traía y llevaba.
La mierlita nos trajo consigo el recuerdo de un viejo contador de cuentos con barba de luna, que visitó nuestro colegio hace algunos años: Federico Martín Nebrás. Dice Antonio Rubio, que Federico le regaló este cuento que mamá Clara le contaba siendo infante allá en la Vera de Plasencia.
De cuando en vez, una historia te reconecta con tus raíces. Te lleva a aquel lugar a la orilla de un río donde cantaban las sirenas. Vuelve a tu memoria aquel lugar tocado por las hadas, o por la varita mágica de unas abuelas que contaban cuentos al calor de la lumbre, mientras desgranaban entre sus manos bolas de algodón.
Esta mierlita ha hecho que me vea chiquinina y  feliz, las trenzas estiradas, las mejillas como carbones encendidos y la imaginación desbocada, galopando hacia los límites del paraíso emocional de Dauseda.

Mª José Vergel Vega