martes, 30 de septiembre de 2014

Caminando el Otoño

Es la PAZ quien desfila en los pasos acompasados de los caminantes.


Sé de un aprendiz de poeta que dejó su corazón al abrigo de la hojarasca, al tiempo que sus pies comenzaban a sentir que habían entrado en íntima conexión con la tierra.
Ese aprendiz de poeta, caminante por los mil y un caminos del Otoño, suele encontrar versos por veredas recónditas. 
Cuando está cansado, este pastor de sueños , se sienta a filosofar apoyado en su cayado, y divaga sobre el ser o el no ser, sobre el discurrir del tiempo,  he ahí la ardua cuestión …y de repente, un duendecillo juguetón aparece como de la nada para hacerse la luz sobre las sombras de la memoria...


Y entonces , el viejo aprendiz de sueños y pastor de versos, se incorpora con un crujir de hojas para seguir haciendo caminos, porque ha comprendido  que se camina, sencillamente, para ir  viviendo.
Mª José Vergel Vega




lunes, 22 de septiembre de 2014

De Amor y fantasmas...

Escultura al Amor Herido, Parque de María Luisa, Sevilla
Foto Internet


Préstame tu palabra a este lado del frío, y déjame decirte que aún  te quiero cuando la bruma oculta los confines del mundo y el ojo de Dios acecha nuestros besos.
Te quiero cuando las hadas pierden la decencia, y su varita no obedece a palabras mágicas.
Te quiero si me despierto al filo de tu boca. Te quiero cuando el tiempo se me va entre los dedos, cuando eres pez que asciende la corriente.
Te quiero entre las notas de un bolero, y por debajo de la mesa, siento la presencia ausente de tus manos.
Déjame decirte que la vida se me está yendo, amor,  y que cierro los ojos y me abandono al sueño de inventarte.
Y acaso nunca hayas existido, acaso jamás nos dijimos: “Te quiero”; acaso nunca fuimos uno al llegar la madrugada.
Y se me va la vida, amor, y encierro tus ojos entre los pliegues de la almohada; porque el cielo es una gran mentira y no hay estrellas que valgan; porque no hay palabras para apresar la sombra que me dejas.
 Donde hay olvido y fantasmas, sobran las palabras de amor.
Pero  préstame, amor, tu palabra a este lado del frío, y devuélveme la oportunidad de la alegría.
 Se hace de noche …… ya oigo el llanto de los pájaros.

martes, 9 de septiembre de 2014

Los gatos y la luna




Tengo la sensación de andar metida en un libro a en algún lío por el estilo.
Ando recogiendo palabras por el suelo. Había unas cuantas justo en el rellano, pisoteadas y deshechas; seguro que las dejaste allí a posta.
Así las cosas, no tardaré mucho en convertirme en la loca de los gatos, con el pelo revuelto y la mirada perdida y los libros tapiando las ventanas que es un sueño que estas noches de Septiembre se repite mucho.
Por eso, ruego encarecidamente, que si alguien me estuviese soñando,  deje de hacerlo, porque me gustaría terminar con esto de una vez por todas. Y , te lo advierto, no quiero que vuelvas a tener el atrevimiento de abrazarme cuando me abandono a los recuerdos.
Han pasado muchas lunas y no tienes ningún derecho a ir dejando palabras para encontrar el camino. No obstante, he intentado recomponerlas y ordenarlas. He leído entre lineas, pero he de asumir que jamás conseguiré saber qué demonios ocurre, porque mis gatos se han comido el epílogo de nuestra historia. Quizá sea culpa mía, ya sabes lo despistada que soy , debí dejarlo tirado por el suelo. Últimamente no sé ni dónde pongo la cabeza.

Mª José Vergel Vega

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Septiembre y los higos

Pintura de Frans Snyders (1579-1657)


Me llega el olor acre de los higos , otrora en sazón, y que en estos días lánguidos que preludian el final del verano, yacen muertos en el suelo. Sólo alguna hormiguita, hacendosa y abnegada, se empeña en libar, con absoluta delectación, los últimos azúcares.
Me gusta el olor de los higos desparramados sin orden por el jardín. Los acerco a mi nariz, y sé que aún queda alguna esperanza de verano.
Estos días, bajo el cielo de Septiembre, la tarde se marcha prendida a las hojas viejas de un libro leído mansamente.
El cielo se cuela por entre las ramas de la higuera.
Recuesto la cabeza en la hamaca y me dejo mecer por el viento.
Una abeja indaga en las mieles del cáliz de una solitaria flor de romero. Dicen que un grano no hace granero; pero yo sé que esa abeja solitaria pondrá una gota de dulzor en este tarro insípido en que terminará por convertirse Septiembre.
Cuando ella se marcha, me levanto sigilosa e introduzco el dedo índice en la flor que ha merecido las atenciones del trabajador insecto. Me lo llevo a la boca con delectación: siento en la lengua todo el sabor del campo.

Quizá tengan razón esos que dicen que últimamente escribo con las tripas.

Mª José Vergel Vega