sábado, 30 de enero de 2016

Namasté


“Mi alma saluda a tu alma”. Escribo en mi Cuaderno de Hadas: Namasté, una de las palabras más hermosas que una puede llevarse a la boca. ¿Hay alguna forma mejor de hacerte saber que me tienes para cuanto necesites?
Namasté es una palabra, pero también un gesto: manos juntas en actitud orante para dar las gracias por poder darnos a la alegría de entregarnos a los demás.
Namasté, el gesto y la palabra , lugar al que acude el náufrago que soy para saber que cada mañana el mundo se abre para mí y que yo me ofrezco al mundo con mis virtudes y defectos.
Digo namasté porque quiero con los pies en la tierra poder tocar el cielo.
Necesitamos confiar en el alma, dejarnos conducir por ella para apreciar el aroma que dejan las pequeñas cosas, esas que tomamos por insignificantes y menospreciamos a diario. Sabed que el alma sabe el camino hacia las estrellas.
Es tiempo de asumir que somos náufragos en esta vida y que la balsa de que disponemos no es otra que nuestra alma.
Namasté, el gesto y la palabra: tender el corazón al mundo aunque esté herido. Las llagas se lamen mejor en compañía.
Namasté, echar raíces y anclarlas en tierra porque ella, la Madre Tierra, está muy cerca del cielo.
El náufrago emprende su camino hacia la isla de la tranquilidad, del sosiego que vivifica, de la Paz que cada uno alberga en su interior, porque el camino del náufrago  es un camino hacia los adentros.
Me busco y sé que sólo puedo encontrarme en medio del silencio. En sus dominios de bruma me despojo de lo que me fragmenta y deshumaniza. Sólo desde el silencio comprendo que soy yo gracias al otro y en él me reconozco, y sólo así él puede descubrirse en mí.
Como un asceta me contemplo y me repito el  mantra necesario de que nada es tan importante como aquello que se desgaja del alma como un torrente de luz, como una cascada de agua cristalina desde la más alta de las montañas.

lunes, 18 de enero de 2016

Ángeles y demonios


Una puede sentir muchas cosas cuando está delante de un libro. Eso que sientes puede ser maravilloso y sublime, pero también, zafio y rastrero. Al leer Hombres desnudos de Alicia Giménez Bartlett, autora con la que estaba bastante familiarizada y que entra dentro de mis preferencias como lectora, porque sus obras hacen pensar, me pasó algo que voy a denominar, inquietante.
Lo primero que pensé es cómo con semejante novela, sórdida y mal hablada, esta señora había podido embolsarse el dineral del Planeta o, pasándolo a pasiva, en qué estaban pensando los miembros del jurado cuando decidieron otorgarle el premio gordo.
La idea de dejar la lectura no me abandonaba. Pero, ¿por qué continué leyendo? La respuesta es, pese a todo, muy simple: porque lo que en ella sucede, aunque no me guste y me produzca arcadas, es la vida misma.
La vida es, en muchas ocasiones, un mal sueño y una, a veces, no tiene o no se ve con fuerzas, para cambiar el registro. Se nos obliga a seguir soñando y nos resulta imposible despertar.
¿Podemos cambiar la realidad? ¿Somos, en verdad, tan poderosos si nos proponemos algo en firme? ¿Nos engullen, en todo caso, las circunstancias? ¿Somos agresivos por naturaleza? ¿Podemos controlar esa agresividad que forma parte de nuestro ADN? ¿Seríamos capaces de perdonar y/o justificar un acto terrible cometido por una persona de apariencia angelical? ¿Somos capaces de vivir entre el bien y el mal? Quizá, en nuestro interior nos respondamos que no podemos perdonar o justificar ciertas cosas que nos hacen indignos de llamarnos hombres , pero lo cierto, lo que nos escandaliza es que vivimos subidos a una noria que nos hace dar bandazos a un lado y a otro, ir de la cumbre al suelo una y otra vez.
Siempre he pensado que nadie está libre de nada. Todos podemos ser felices e infelices. Nadie está libre de descender a las cloacas y todos, en algún momento, podemos habitar, siquiera fugazmente, el paraíso.
Ni ángeles ni demonios, o ambos a un tiempo.
¿Puede un ángel cometer un crimen? ¿Puede un deshecho de la sociedad hacer algo para mejorarla? La respuesta es sí en ambos casos, porque somos humanos y en nosotros cabe lo mejor y lo peor.
¿Podemos vivir con algo muy sórdido a las espaldas? Probablemente sí, porque la vida es aguantar , y si no podemos caminar hacia adelante, siempre tenemos la opción de seguir huyendo.
Terrible, muy terrible. Estar vivo es lo más hermoso y lo más jodido que nos puede pasar.
Leer también puede convertirse en una experiencia traumática, de la que una tarda en recuperarse, aunque un lector no puede hacer otra cosa que seguir leyendo, porque leer es vivir y morir a un tiempo.
Mª José Vergel Vega

lunes, 11 de enero de 2016

Ávida Navidad

Detalle de un belén expuesto en la Iglesia de San Andrés de Torrejoncillo.
Foto de Mª José Vergel Vega.

Todo en esta vida sucede de una manera cíclica. Unas cosas van y otras vienen. Unas nos hacen inmensamente felices; otras, en cambio, nos causan dolor. Todo pasa y todo queda, palabra de Julia.
De lo que no hemos de dudar un instante es que aquello que ha de suceder, sucederá, y lo hará en el momento justo.
Acabamos de dejar atrás un tiempo de Navidad que, como cada año, ha acudido puntual a su cita.  Aunque, por mejor decir, últimamente nos pilla con el paso cambiado  con esas campañas tan papel cuché de los grandes almacenes, de los anuncios navideños ya desde el mes de Octubre…que nos incitan a comprar, a consumir, a ir deprisa a todas partes…
Escuchamos voces que nos impulsan a buscar el espíritu de la Navidad en las burbujas doradas del cava de una marca determinada, en el turrón que tiene la facultad de traernos a aquellos que están lejos de vuelta por estas fechas, a embutirnos en brillos y comprar lencería roja para tener la mayor de las venturas el año que vendrá sí o sí, a pedir a Papá Noel o los Reyes Magos el móvil de última generación que sólo le falta ya arroparte y darte un beso de buenas noches, a ir a cotillones por los que perdemos un riñón mientras otros malviven de la caridad…
¿Se nos ha ocurrido alguna vez buscar la Navidad dentro de nosotros mismos?
Quizá tengamos que buscar mucho y muy profundo, pero seguro que alguna vez hemos vivido una Navidad auténtica.
Detengámonos un momento en la palabra NAVIDAD. Os diré que procede del latín Nativitas que podríamos traducir como “nacimiento de la vida para ti”.
Digámosla despacio  ahora que conocemos su significado justo, saboreando cada letra, cada sonido. ¿Cuántas palabras encierra la palabra NAVIDAD? En ella están, entre otras, dos  palabras  VIDA , DÁDIVA  (don , regalo) que me gustaría resaltar; pero ojo, porque también están en ella las palabras DIVA, ÁVIDA,NADA, VANIDAD… De nosotros depende quedarnos con lo positivo, con lo que nos hace crecer como personas y rechazar los falsos brillos, el espumillón que nos ciega.
La tradición cristiana celebra el 25 de Diciembre el nacimiento del Salvador del mundo. En ningún momento se dice en la Biblia que esto fuera así; pero alguna fecha había que escoger y en el año 440 de nuestra era, se fijó esta fecha para hacerla coincidir con la Fiesta del Natalis Solis Invicti (Sol Naciente Invencible) que celebraban los romanos.
Así pues, celebrar la Navidad es celebrar la VIDA. Y la vida no merece ser celebrada con prisas y de cualquier manera. Hemos de pacificarnos, vivir la Navidad desde dentro y proyectarla hacia afuera.
Os invito a cerrar  los ojos y buscar dentro de vosotros aquella Navidad en la que tocásteis con los dedos la felicidad. Puede que haya pasado mucho tiempo de aquella Navidad o puede que te sea cercana. Revívela dentro de ti y llénate de su espíritu.

sábado, 9 de enero de 2016

Mundo nuevo


Hay días en los que una siente que el mundo es creado de nuevo.
Hoy, el Ojo de Dios alumbró nuestro camino. Se fue rasgando el cielo y los rayos del sol fueron inyectados en la tierra.
Apareció ante nuestro ojos una casita pequeña y hermosa, envuelta en bruma. Pastaban las vacas. Un manto de sosiego cubría la hierba. Los pájaros, con su vuelo perezoso, fueron despertando la mañana.
Nos deteníamos a escuchar el sonido del agua en los regatos, abiertos como venas de vida en la tierra.
Pocas veces Dios nos muestra su mirada y se da con entusiasmo a crear de nuevo aquel mundo que inventó en siete días según el Génesis. Ahora no hay adanes ni evas, sólo el Ojo de Dios pariendo la tierra entera.
El mundo, en días como éste, está bien hecho y una quiere quedarse a vivirlo y beber hasta el fondo la extraña miel que nos ofrece.
Mª José Vergel Vega