martes, 25 de diciembre de 2018

Navidad en sombra


Hace unos días, una persona muy querida compartió conmigo una historia que le regalaron en su infancia: Rastro de Dios, libro con el que Monserrat del Amo obtuvo el Premio Lazarillo en 1960. Las páginas viejas, pero conservadas con mimo, se hacían eco de la historia de un ángel pequeñito que a penas sabía volar, sino por el caminito que Dios dejaba al pasar.
Rastro de Dios era el más pequeño de los ángeles, el más torpe, el que más necesitaba de la ayuda del creador. Y Dios, que dicen que tiene debilidad por los humildes, no se olvidó del pequeño y desvalido Rastro de Dios, pues a él le encargó la custodia de la estrella más especial del firmamento. La estrella era tan grande, que el menudo angelito no era capaz de sostenerla, y para evitar que se le cayera, permaneció sentado con ella sobre las rodillas hasta que llegó el día señalado, que no fue otro que el nacimiento de El Mesías. Ese día, Dios lo buscó de lo alto a lo bajo, para encargarle que pusiera en órbita la estrella que conduciría a los Magos de Oriente hasta el Portal de Belén.
Dicen que el mundo está lleno de ángeles a los que Dios encargó cosas grandes y pequeñas, pero todas igual de importantes, y que todos tenemos nuestro ángel guardián, dulce compañía que no nos desampara en nuestro bogar por la vida. Eso dicen,aunque lo cierto es que   a veces nos puede el desconsuelo y nos sentimos abandonados, desprotegidos de esos tutores alados.
Una se siente a salvo en las historias como la que, días antes de Navidad, me regaló Conradita. Se está tan calentita dentro de ellas, que quisiéramos  no  salir nunca  de ese útero en el que el mundo es el lugar amable y maternal que debiera ser. Pero en cuanto apartamos los ojos de los libros, nos damos de bruces, de manera dolorosa, contra una realidad maquillada por los brillos de una Navidad con más sombras que luces.
Hace unos días, paseando por el madrileño Barrio de las Letras, los mendigos de la Plaza del Ángel me hicieron plantearme qué significado tiene la Navidad en el momento de deshumanización en el que vivimos.
Hay mendigos tan pobres que no les importa compartir lo poco que tienen con   las palomas y sonríen, en su miseria,  a los que pasamos por su lado sin querer reparar en nuestra falta de alma, sin pararnos un momento a recomponer la manta que se les resbaló mientras dormían en su cama de piedra.


Es Navidad, al menos así lo atestiguan las luces, las compras compulsivas, las comidas copiosas, los villancicos, los mensajes de paz y amor...¿Navidad? ¿Qué hacemos para remediar el sufrimiento de los que viven el la calle? ¿Qué hacemos para rehumanizar el lugar en el que habitamos?
No puede ser Navidad si somos cada vez menos humanos, si nos faltan manos tendidas hacia los que por techo sólo tienen el cielo frío de estos días de invierno y ninguna estrella los guía hasta su cachito de paraíso. 
¿Dónde fueron los ángeles de los sin techo? ¿Dónde los ángeles de los que pasan estos días en brazos de un mar que los engulle, sin ser capaces de ofrecerles un puerto seguro en el que conjurar el sufrimiento? ¿Dónde  los ángeles de las mujeres que mueren a manos de sádicos con el corazón reseco? 
¿Qué hacemos  realmente por los que sufren? ¿Acaso no miramos para otro lado no vaya a ser que se nos pegue tanta miseria, tanto dolor como soportan sobre su espalda? ¿Acaso no seguimos como si nada y marchamos muy dignos a celebrar  el nacimiento de aquel niño tan pobre que nació al calor de las pajas en un pobre portal? 
La Navidad que vivimos, mal que nos pese, es una pose con mucha brillantina y con muy poca verdad ,y ya pueden mandar los dioses una legión de sus ángeles más preparados, que esta falta de valores de la que nos hemos rodeado ,no la arregla ni el más pintado de los querubines.
Y mientras  seguimos ignorando que todo esto va con nosotros, los mendigos de la Plaza del Ángel , los que luchan por llegar a puerto, Laura y otras tantas mujeres a las que arrebatan la vida y la dignidad como si fueran animales, buscan quizá a ese ángel pequeñito  y olvidado al que llamaban Rastro de Dios, que fue el encargado de dar el mundo la buena nueva: la de una Navidad que nos nazca desde dentro de cada uno de nosotros y nos impulse a tratar  a los demás como si todos fuéramos uno.
"El Sentado" ,como llamaron los demás ángeles a aquel angelito que sostuvo  a la Estrella de Oriente, permanece esperando en algún lugar entre el cielo y la tierra, que el Creador le mande de nuevo  caminar por aquel sendero de luz  y poder  convocar el temblor de lo que nos hace humanos.
Mª José Vergel Vega

1 comentario:

  1. Me quedas sin palabras con las cosas tan bonitas y profundas que escribes,gracias por el cariño que me tienes es mutuo

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