miércoles, 3 de septiembre de 2014

Septiembre y los higos

Pintura de Frans Snyders (1579-1657)


Me llega el olor acre de los higos , otrora en sazón, y que en estos días lánguidos que preludian el final del verano, yacen muertos en el suelo. Sólo alguna hormiguita, hacendosa y abnegada, se empeña en libar, con absoluta delectación, los últimos azúcares.
Me gusta el olor de los higos desparramados sin orden por el jardín. Los acerco a mi nariz, y sé que aún queda alguna esperanza de verano.
Estos días, bajo el cielo de Septiembre, la tarde se marcha prendida a las hojas viejas de un libro leído mansamente.
El cielo se cuela por entre las ramas de la higuera.
Recuesto la cabeza en la hamaca y me dejo mecer por el viento.
Una abeja indaga en las mieles del cáliz de una solitaria flor de romero. Dicen que un grano no hace granero; pero yo sé que esa abeja solitaria pondrá una gota de dulzor en este tarro insípido en que terminará por convertirse Septiembre.
Cuando ella se marcha, me levanto sigilosa e introduzco el dedo índice en la flor que ha merecido las atenciones del trabajador insecto. Me lo llevo a la boca con delectación: siento en la lengua todo el sabor del campo.

Quizá tengan razón esos que dicen que últimamente escribo con las tripas.

Mª José Vergel Vega

1 comentario:

  1. Con las tripas y con todos los sentidos abiertos a la vida y al mundo, te lo digo yo.

    Besos

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