domingo, 14 de febrero de 2016

Volver a Lisboa


"Soñamos la misma ciudad...(El invierno en Lisboa. Antonio Muñoz Molina)


Hace unos días regresé a Lisboa, por esa manía que a los  humanos  nos entra  de volver a los lugares en los que fuimos felices o sentimos la ilusión de la felicidad.
Confieso que vuelvo a esta ciudad como si volviera a los brazos de un amante . Por ella  lo dejaría todo, aún sabiendo que nada dura para siempre  y que lo de los amores eternos es un cuento que siempre termina de aquella manera.
Pero el paso de los años nos enseña que para amar es preciso doler, dolerse.Y  a mí me duele el color ocre del cielo de Lisboa, la ciudad que se marcha nuevamente en este barco de Abril que al otro lado de la ventana se deshace en colores.
La melancolía , incluso en primavera, es de un gris intenso, tanto, que amenaza descargar un intenso aguacero.
Una y mil veces sostengo que no hay cielo como el de Lisboa. A mí me cabe la dicha o la desdicha de tener con esta ciudad una relación de amor-odio que me hace entregarme a mi particular “libro del desasosiego”, al no parar quieta, a dejarme llevar en  brazos del insomnio cada vez que ante mí se abre la promesa de verla de nuevo.
Lisboa es una amante que espera y que a la vez se muestra esquiva. Me enamoré de ella una tarde con el consentimiento alevoso de la poesía…  leía unos versos de Ángel Campos que evocaban una ciudad blanca…refugio cierto en el que recalar  en alguno de los vaivenes de la vida.
Y el idilio dura desde entonces, con altos y bajos como en todas las relaciones. A veces nos declaramos amor eterno, otras nos herimos con tanta saña que las heridas hacen mella en el corazón por amar demasiado: te quiero porque me matas y es por eso que te quiero.

Lisboa es una y cientos . Es la isla en que naufrago, en la que encuentro la luz de unos ojos que, por momentos, siguen brillando para mí y  me esperan.
Lisboa me salva y me condena. Lisboa es ángel y demonio. Lisboa es alegría , pero también sabe ponerte toda la tristeza que le sobra encima de los hombros, una tristeza de siglos. Y entonces me hago tan pequeña como aquellos niños que jugaban a sus sueños en un viejo patio.  Y pienso que las cosas no han cambiado tanto, que los sueños se repiten y que otros alimentan hoy los mismos deseos que antaño  alimentamos en un patio como éste …os nossos projetos…
…Y el tranvía se pierde lento Mirador de Santa Luzia arriba .
¡Qué vieja esta Lisboa y qué viejos nos hacemos nosotros! En la boca , un sabor a tierra decrépita, con el regusto de cuando la vida era más simple y verdadera.
Me quedo muda …y en el vuelo de una gaviota otra vez esos dichosos   ojos que me salvan y me condenan.
Siempre me marcho de Lisboa con la sensación de que la  he amado poco, de que siempre ella me da a mí mucho más de lo que yo nunca podré darle. Y siempre me voy  con la promesa machacona de que algún día haré el equipaje definitivo.
Lisboa entre el olvido y la memoria; entre los idus de Marzo y las aguas apaciguadoras de Abril, de este Abril que despierta con promesa de más vida.
Abril lejos de Lisboa es la lluvia que cae y nos limpia…Abril es sol y arcoiris…promesa de sueños que un día han de cumplirse.
Abril, lejos de Lisboa, es melancolía y versos de una ciudad lejana y que a la vez está tan cerca.
Me sucede que cada abril beso una estatua de sal y voy y vengo lamiendo la melancolía de unos labios que declaraban su amor al cielo de Lisboa en medio del bullicio necesario del Chiado.
Confieso y sospecho, como la Lucrecia de Muñoz Molina, que mi verdadera vida está esperándome en Lisboa.
Mª José Vergel Vega


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