domingo, 28 de febrero de 2016

Volverás a la casa del padre...



Antes de las ruinas fue la vida. El portal encalado donde anidaban las golondrinas. Los pasos adivinados de padre sacudiéndose el barro de las botas. Las manos blancas de madre sosteniendo el tazón del vino.
Entonces, todo estaba bien, cada cosa en su sitio. Ha ido pasando el tiempo, y una se da cuenta, vieja ya y cansada, de que hasta las palabras se han ido perdiendo por el camino.
Pero volverás a la casa del padre, allí donde aún las libélulas ornan tus pies.
Has de volver a la vera del agua, al crepitar de los pasos en la maleza. Y el viento será quien te diga verdades: que tú eres esta tierra y los pájaros que la habitan.
Volverás aunque los versos te sean esquivos. El tiempo se ha detenido para que vuelvas. Nada se mueve, sino tú misma.
Alrededor de tus trenzas, vuelan locas volvoretas al compás de unas manos blancas. Recordarás los días en que accedías al verde corazón del monstruo, cuando andabas con pies de nube para no despertar a la bestia que, en su ciénaga verde, hacía latir su verde corazón en las largas tardes de verano.
Entonces todo era verde. Verde era el barco pirata en el que cargaste tus sueños. Verde estaban las aguas que surcaba, henchido de esperanza, y verde avanzaba corriente abajo aquel velero de papel, antes de que llegara el invierno con su aliento helado  y su canción triste.

¡Verde, verde, verde! ¡Rumbo a las aguas de la infancia!
Mª José Vergel Vega

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