Cada Abril ha tomado por costumbre sembrarme espinas en el corazón. De fuera me llega el aroma intenso , casi
doloroso, del hinojo. Me llega la pasión de las amapolas, desangradas en los
caminos, porque no hay ojos que las miren.
Se nos fue con Abril el cantor que
nos trajo, como un milagro, el alba en su voz.
Se nos fue y nos deja huérfanos en el grito de estos tiempos convulsos,
en los que tenemos frío.
Con él se marcha una parte
importante de lo que fuimos, de aquellos que hicimos de su canto nuestro himno.
No sé por qué Abril insiste en
arrebatarnos la esperanza. Abril es hoy
una flor deshojada de tristeza, la desnudez de un alma ahogada por la pena.
La vida se nos ha puesto dura. Sísifo
ya no puede con su piedra. Está arreciando la tormenta. Intento caminar y doy
pasos en falso. ¿Cómo voy a echarme a la vida sin el necesario latido de tus
versos? ¿Cómo voy a aprender a vivir sin el dulce consuelo de tu voz? ¿Cómo
sortear sin ella el temporal de cada día?
La vida nos va enseñando, a fuerza de
embates, que las pérdidas nos cambian . Una se mira al espejo y no se reconoce.
Nos descubrimos más viejos y más
cansados. Las arrugas nos apuñalan el alma de parte a parte y nos dolemos hasta
encogernos.
Nos hiere recordar lo que pudo haber
sido y no fue. Nos duele comprender que no todos los caminos nos llevan a Roma,
ni al tiempo dulce y azul de la infancia.
¿En qué momento fuimos arrojados de
Albanta? ¿En qué preciso instante cortaron las alas al agua? ¿Cuándo dejó de ser eterna
la infancia? ¿En qué momento las nubes se negaron, despiadadas, a guardar
nuestros secretos? ¿ Cuándo fuimos abandonados en medio de un mar , asesino de las rosas?
¡Ay, amor, cómo me duele este tiempo
de podrida incertidumbre!
Te me has ido con este Abril extraño
y dejaste mi nave a la deriva.
Mientras dure esta guerra que nos
tiene en la trinchera, mándame la lluvia sanadora de tus versos: sean titanes que sostengan mis naufragios.
Tu marcha me hizo ver que tengo los
sueños deshilachados. Lo peor es que ignoro si encontraré la hebra para
remendarlos.
Soplan de nuevo este Abril, vientos
de desguace. Se impone una sequía de besos y de abrazos desabrazados. La
belleza se hunde en el asfalto. Aquí, tú ya lo ves, esto sigue siendo Albanta,
pero al revés.
Y me muero de ganas de decirte que te
me quedes, que no me dejes sola en medio del desastre.
Recostada en el viejo chopo, me
sentaré a la orilla del agua a esperarte, mirando hacia aquella casa en la que
cada tarde cantaban las sirenas mientras peinaban sus largas cabelleras. Si me
ves enmimismada, no me despiertes. Siéntate a mi lado y llévame de la mano de
tus versos. A mí, tú ya lo sabes, para volver a creer en la vida, me bastan dos
o tres segundos de ternura.
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