Hasta esta playa de
espuma y caracolas, a la que me retiré del mundanal ruido, llegan los ecos de
las palabras de pregonero y oferente. Han bañado lentas mis pies y llegaron
envueltas en los sones de un solitario tamborilero recorriendo las viejas
calles de Torrejoncillo, mi pueblo amado.
¡Seamos luz y testigos
del acontecer de cada día! ¡Vayamos del alborozo al silencio! ¡Vayamos de la pena
al gozo de existir en las cosas invisibles de la vida, esas que duermen en la
vuelta de los bolsillos, como pequeñas miguitas de esperanza! Seamos uno mismo
y, a través del otro, vayamos del yo al nosotros. No hay mayor dicha que la de
vivir en los pronombres; esa es la verdadera esencia del ser humano.
Gracias a los dos,
Cristina y Pedro Luis, por esas palabras que desencriptan la esencia de la
verdadera Encamisá, porque no hay una única Encamisá, sino muchas y todas son
válidas . Gracias por reivindicar esa fiesta oculta que cada cual llevamos
dentro y que sólo sale a la luz cuando escarbamos en su prodigio a través de la
palabra. Sólo existe aquello que se nombra.
Somos tiempo
enamorado, y así es como debemos caminar el sendero que nos va labrando el día
a día, a través del amor. Es así como el fin justifica nuestro principio, es
así como sentimos que nos nacieron para llevar a cabo la hazaña más importante:
¡VIVIR! Que no se nos olvide, es a eso a lo que hemos venido a este mundo.
Siempre hay alguna promesa
hecha a una mujer anciana a la que llevamos tatuada en el alma , que así pasen
años sin cuento, nos la recuerda las hojas muertas de un devocionario dormido
en el fondo sin fondo de un caja polvorienta.
Vuestras palabras nos
han desnudado el alma y, lejos de sentirnos desprotegidos y avergonzados por la
desnudez, nos hemos visto de lleno en el paraíso, abrigados de sentir
verdadero.
Sólo se ve con
claridad a través de la mirada del corazón. La razón al desnudo, en la mayoría
de las ocasiones, produce monstruos. Que nuestro mayor empeño sea detener lo
efímero de la vida, vivir pendientes de las estrellas; aquel que no sepa
o se niegue a hacerlo, no ha vivido en absoluto.
Hasta esta isla de
silencio y caracolas, llegan aún los ecos de esa hermosa llamada a vivir la
Encamisá y la vida desde la autenticidad, sabiendo que necesitamos el silencio
para reencontrarnos con lo que somos, sabiendo que estamos hechos de cachinos
de quienes tenemos al lado. El mundo se quedaría a oscuras si quienes nos
rodean no contasen en nuestro yo, si nos arrancásemos las piezas que nos
completan.
Cuando el verbo se
hace carne, hay palabras que crean de nuevo el mundo, la percepción que tenemos
de lo que nos rodea, el manto ancestral que recubre nuestro presente.
El pregón de Pedro
Luis, ese teatrero con corazón de niño, nos invitó a ser luz y testigos de
vida. A proyectar en los otros nuestra luz y a recoger la que emane de su
fanal, para que jamás se apague la antorcha del amor verdadero. La ofrenda de
Cristina llevaba aroma de flor y silencio, e insistió en ralentizar nuestro
existir para disfrutar de lo importante, sin urgencias vanas. Uno y otro nos
legaron un presente de amor.
De las palabras de
ambos nos puede sorprender la forma, la puesta en escena, pero no el fondo, porque
somos muchos los que ya vivíamos la Encamisá de esta manera, desde dentro,
arañando las entrañas hasta sentir el latido de un corazón enamorado que nos
pacifica.
Edifiquemos nuestra casa sobre lo importante. Pedro
Luis y Cristina han puesto un pedazo de arcilla en nuestras manos. Es nuestro
deber pasarlo por el torno de ese corazón y construir un Diciembre de silencio
y de escucha. De nosotros depende volver a la esencia de lo que somos y
sentimos como pueblo.
Mª José Vergel Vega
No hay comentarios:
Publicar un comentario