Detalle de un belén expuesto en la Iglesia de San Andrés de Torrejoncillo. Foto de Mª José Vergel Vega. |
Todo en esta vida sucede de una manera cíclica. Unas cosas van
y otras vienen. Unas nos hacen inmensamente felices; otras, en cambio, nos
causan dolor. Todo pasa y todo queda, palabra de Julia.
De lo que no hemos de dudar un instante es que aquello que
ha de suceder, sucederá, y lo hará en el momento justo.
Acabamos de dejar atrás un tiempo de Navidad que, como cada
año, ha acudido puntual a su cita.
Aunque, por mejor decir, últimamente nos pilla con el paso cambiado con esas campañas tan papel cuché de los
grandes almacenes, de los anuncios navideños ya desde el mes de Octubre…que nos
incitan a comprar, a consumir, a ir deprisa a todas partes…
Escuchamos voces que nos impulsan a buscar el espíritu de la
Navidad en las burbujas doradas del cava de una marca determinada, en el turrón
que tiene la facultad de traernos a aquellos que están lejos de vuelta por
estas fechas, a embutirnos en brillos y comprar lencería roja para tener la
mayor de las venturas el año que vendrá sí o sí, a pedir a Papá Noel o los
Reyes Magos el móvil de última generación que sólo le falta ya arroparte y
darte un beso de buenas noches, a ir a cotillones por los que perdemos un riñón
mientras otros malviven de la caridad…
¿Se nos ha ocurrido alguna vez buscar la Navidad dentro de
nosotros mismos?
Quizá tengamos que buscar mucho y muy profundo, pero seguro
que alguna vez hemos vivido una Navidad auténtica.
Detengámonos un momento en la palabra NAVIDAD. Os diré que
procede del latín Nativitas que podríamos traducir como “nacimiento de la vida
para ti”.
Digámosla despacio
ahora que conocemos su significado justo, saboreando cada letra, cada
sonido. ¿Cuántas palabras encierra la palabra NAVIDAD? En ella están, entre
otras, dos palabras VIDA , DÁDIVA
(don , regalo) que me gustaría resaltar; pero ojo, porque también están
en ella las palabras DIVA, ÁVIDA,NADA, VANIDAD… De nosotros depende quedarnos
con lo positivo, con lo que nos hace crecer como personas y rechazar los falsos
brillos, el espumillón que nos ciega.
La tradición cristiana celebra el 25 de Diciembre el
nacimiento del Salvador del mundo. En ningún momento se dice en la Biblia que
esto fuera así; pero alguna fecha había que escoger y en el año 440 de nuestra
era, se fijó esta fecha para hacerla coincidir con la Fiesta del Natalis Solis
Invicti (Sol Naciente Invencible) que celebraban los romanos.
Así pues, celebrar la Navidad es celebrar la VIDA. Y la vida
no merece ser celebrada con prisas y de cualquier manera. Hemos de
pacificarnos, vivir la Navidad desde dentro y proyectarla hacia afuera.
Os invito a cerrar
los ojos y buscar dentro de vosotros aquella Navidad en la que tocásteis
con los dedos la felicidad. Puede que haya pasado mucho tiempo de aquella
Navidad o puede que te sea cercana. Revívela dentro de ti y llénate de su
espíritu.
¿Sabes? Navidad puede
ser cualquier día, porque la vida puede nacer y renacer en cualquier momento.
Cuando más descuidado estás, la vida se abre de nuevo y despliega sus rayos: la
vida se abre cuando amanece y reparas en cómo tiembla una hoja, en el vuelo de
un pajarillo que no para quieto, en el niño que ríe y en el que llora, en una
palabra de ánimo, en un abrazo calentito, en la sonrisa que nos regala aquel
que tenemos al lado y puede que no conozcamos de nada, en un atardecer que nos
pilla por sorpresa…
¡Son infinitas las cosas que pueden hacernos vivir la
Navidad, celebrar la VIDA y no sólo el 25 de Diciembre!
La Navidad es tiempo de pedir deseos, de escribir cartas a
esos atareados seres , que no me extraña que después descansen el resto del
año, puesto que ahora no los dejamos parar.
Escribimos y escribimos y cuando creemos que la carta está completa,
volvemos y añadimos algo más.
Celebrar la vida no es exactamente recibir regalos. A nadie
le amarga un dulce, es verdad, y más si viene de parte de aquellos que
queremos.
Pero, para celebrar la VIDA , los mejores regalos son
aquellos que parten del corazón del que los hace y llegan al corazón del que
nos recibe.
Cada 6 de Enero cuando recojo el reguero de papeles de colores que deja el ajetreo de los
regalos que han dejado sus Majestades de Oriente , recuerdo una historia que me
contó en una ocasión un maestro que sabe mucho de corazón y de vida: José Mª
Toro, es la “Leyenda del Cuarto Rey Mago” . Porque habéis de saber que existió
un cuarto Rey que iba siguiendo junto a Melchor, Gaspar y Baltasar, la Estrella
de Belén, pero que no pudo llegar con sus colegas porque se quedó ayudando a
buscar unas ovejas, que en el transcurso de una tormenta, se le habían
extraviado a un pastor. Cuentan que el Cuarto Rey Mago llegó al Portal con las
manos puestas, pues había repartido la leche y la miel que llevaba como dádivas
al Salvador, con una familia pobre que había encontrado por el camino.
Dicen las crónicas que de todos los regalos que el Niño Dios
recibió, fueron los latidos del corazón del Cuarto Rey Mago los que más le
gustaron y que quedó plácidamente dormido.
Navidad tras Navidad nos olvidamos del Cuarto Rey Mago y ni
por asomo pedimos esas cosas inmateriales que hacen que nuestro corazón crezca y lata a la humana usanza.
Os dejo aquí las cosas que podéis pedirle, aún estamos a
tiempo de escribir nuestra carta al Cuarto Rey Mago y rogarle que las deje en
algún lugar del alma.
– Una flor, para que aprendas a amar la tierra.
– Una jaula sin puerta, para que aprendas a amar el aire.
– Una vasija de barro, para que aprendas la fragilidad de
las cosas.
– Un reloj sin manecillas, para que vivas todo en presente.
– Un abrazo en silencio, para que alumbres en ti la ternura.
– Un libro, para que te sientas más libre.
– Un día sin televisión, para que la noticia seas tú.
– Un paseo por el campo, para celebrar la belleza del mundo.
– Una caracola, para que aprendas a amar el agua.
– Un atardecer dorado, para que bañes tus ojos de cielo.
– El canto de los pájaros al amanecer, para que oigas la
música de tu alma.
– Un amigo para jugar, para recordarte tu humanidad.
– Una noche estrellada, para que veas la eternidad dentro de
ti.
– Un día de lluvia, para que aprendas a ser agradecido.
– Un día de sol, para que reconozcas la luz que llevas
dentro.
– Una canción, para que puedas celebrar la danza de la vida.
– Una botellita cerrada. No la abras nunca, para que así
puedas amar y comprender el Misterio.
Recordad que celebrar la VIDA es levantar al caído. No puede
existir la Navidad si hay gente que sigue rebuscando en los contenedores, refugiados a los que negamos el refugio, gente que muere de hambre, guerras que no interesa que acaben y, a todo ello, volvemos la cabeza para otro lado.
Me permito recordaros una frase del buen Papa Francisco que,
albricias doy al cielo, cree firmemente que la Iglesia debe bajar del pedestal
de los poderosos y dar la mano a los que sufren, a los que no saben cómo
celebrar la Navidad y mucho menos la Vida.
“La Navidad ha de ser esperanza y ternura”
Grabemos a fuego esta frase, o al menos dos de sus palabras:
ESPERANZA Y TERNURA, ingredientes fundamentales para celebrar la VIDA y para
que todos los días sea NAVIDAD. Y recemos, sí, pero con el corazón en la mano ,
pasando a la acción y no permitiendo tantas injusticias.
Mª José Vergel Vega
No hay comentarios:
Publicar un comentario